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La fauna de la bohemia; por Lluís Fernández

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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

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Después de Elvis Presley solamente hubo dos mitos esenciales en la música pop: David Bowie y Lou Reed. Bob Dylan tuvo que rendirse a mitad de su carrera al rock, sin renunciar al lastre del folk, y Bruce Springteen llegó cuando la renovación ya era un hecho. Los Beatles prepararon el camino y los Rolling Stones pusieron en el tapete del juego la ambigüedad sexual, pero no llegaron a transformar radicalmente la escena musical pop. Lou Reed tenía una larga y oscura carrera musical desde mediados de los años 60, con Andy Warhol como compañero de viaje hacia ninguna parte. Drogas duras, contracultura, cuero, sadomasoquismo y desdén por los insulsos ídolos pop que proliferaban desde el impacto del twist a la invasión británica. Fue entonces cuando Andy Warhol, primero desde la Factory y después como mánager, creó un espectáculo psicodélico un tanto naif y los apadrinó, llevándolos de discoteca en discoteca, entre luces de colores psicodélicas y proyecciones de imágenes inconexas, con un show más bien vanguardista llamado «The Exploding Plastic Inevitable». Asunto que acabó con una película «underground» experimental y un disco en directo a veces inaudible.
Canciones escandalosas
Se trataba de un espectáculo multimedia provocador, en el que al compás de la música de este grupo de culto, Gerardo Malanga e Ingrid Superstar se azotaban en escena de forma violenta siguiendo las letras de las canciones de John Cale y Lou Reed. Fue a comienzos de los 60, hasta que David Bowie le produjo su primer disco en solitario, «Transformer», Lou Reed y su compañero John Cale, apenas lograron vender 30.000 copias en todo el mundo con su escandalosas canciones. Y, sin embargo, «The Velvet Underground and Nico» se considera uno de los discos de rock más influyentes de la música pop. Tampoco es que ambos tuvieran una necesidad de ir más lejos, entre drogas, caballo, fiestas en la Factory y una vida más próxima a la bohemia neoyorquina que a las listas de éxitos de las casas comerciales. Tras su separación, Lou Reed había escrito «Walk on the Wild Side» («Paseando por el lado peligroso»), un himno generacional que se convirtió en éxito mundial. La letra hablaba de chulos y travestis que viajan para reunirse en la Factory de Andy Warhol, el único lugar en el que, por entonces, se debía estar. En esta canción desfilan la fauna que frecuentaba al pintor antes de que la loca de Valerie Solanas acribillara a Warhol a balazos: «Holly (Woodlawn) llegó de Miami después de cruzar a dedo USA. Se perfiló las pestañas a la moda y se afeitó las piernas y así fue como él fue ella».
Holly Woodlawn era puertorriqueña, se llamaba Harold Santiago Rodríguez, y su prodigiosa interpretación en «Trash» hizo de ella uno de los mitos fundacionales del friquismo. Claro que antes fue Miss Donut 1968. En la segunda estrofa, habla de Candy (Darlin), que murió de leucemia en 1974, no sin antes dejar escrita una carta en la que manifestaba su aburrimiento vital y se despedía de sus amigos de la Factory con una fiesta-funeral. Continúa con Little Joe (Dalessandro), chuleando aquí y allá, y finaliza con Sugar Plum Fairy (Joe Campbell) y Jackie (Curtis), travesti y poeta muerto de sobredosis en 1985, que dejó una escueta nota: «No eres realmente una Superestrella de Warhol si no estás muerta», variante cutre de la épica y también estúpida frase que hizo fortuna entre la generación drogata y suicida de los años 60 y 70. Excepto el intermedio pop, bajo la promoción de Bowie, Lou Reed siempre estuvo ligado a la escena «arty» mucho más que al pop, ya fuera por su relación con la artista multimedia Laurie Anderson, con quien se casó en 2008, y cuyo papel en el desarrollo musical y popular del cantante fue determinante, o sus escarceos con la música de Kurt Weil. Pocos discos después de «Transformer» consiguieron superar las extraordinarias canciones de este disco, quedando para el recuerdo de sus seguidores dentro del pop la maravillosa «Sweet Jane» y aquel frío glacial en Alaska, que helaba la sangre de los oyentes, ante los desmanes de Carolina, tan despiadada con aquel pobre amante entregado a sus caprichos en «Caroline Says». Es curioso que Lou y no David Bowie escribiera un himno generacional para uso de gays, travestis y transexuales en ciernes como hizo Reed en «Walk on the Wild Side».
El último tuit fue una foto
En la imagen, la última fotografía de Lou Reed. La tuiteó unas seis horas antes de que se conociera la noticia de su fallecimiento. La llamó «The door». La cámara fue su última pasión. Realizaba unas imágenes sencillas, pero con alma; unas instantáneas que recogían paisajes, escenas que huían de las complejidades adultas.