La irresistible atracción del «thriller»
La taquilla y los Goya de este año premian filmes de un género hasta ahora fallido en nuestro país. La revolución se explica por el hartazgo de la audiencia del cine de autor que copa las subvenciones.
De repente, el milagro. España reinventa el cine de género y las taquillas responden de forma mágica llenando las salas de espectadores ansiosos por ver una cinta de intriga y acción rodada en español. Esta hazaña se ha logrado en tiempos de crisis y tras una considerable bajada de las subvenciones a la industria del cine español. Los taquillazos de «Torrente, Operación Eurovegas», «El niño» y «La isla mínima» han conseguido lo nunca visto: llenar las salas, recaudar millones de euros y poner de moda el cine de acción. A su lado, la comedia «Ocho apellidos vascos» redondea el espectacular año. El misterio de este milagro se debe sin duda a un hartazgo de los españoles por el cine de autor intimista y con pretensiones sociales que copaba las subvenciones y vaciaba las salas, hasta que la ley obligó a las cadenas de televisión privadas a invertir un 5% en cine y series de televisión. Poco a poco las producciones de Telecinco Cinema y Atresmedia Cine han conseguido que se rodaran películas claramente comerciales y con un marketing promocional fuera de lo acostumbrado. El resultado salta a la vista. Cine comercial, con buena factura y unos guiones pensados para competir con los éxitos extranjeros. Ésa es la razón por la que se han venido sucediendo comedias, dramas y thrillers de gran éxito como «El orfanato», «Lo imposible», «Ocho apellidos vascos», «El niño» y «La isla mínima», que además de arrasar se ha llevado de calle los Goya de este año.
El género de moda en el mundo
Que el thriller de acción y el relato policiaco sean los géneros más taquilleros se debe al cambio de tendencia de las producciones españolas desde aquellas voluntariosas películas como «Todo por la pasta» (1991), de Enrique Urbizu, y «Airbag» (1997), de Juanma Bajo Ulloa, que dieron paso al fenómeno «Torrente» (1998), que ha culminado con cinco entregas en las que cada vez más la comedia se ha combinado con espectaculares escenas de acción, persecuciones, pirotecnia y peleas bien planteadas y mejor rodadas. Sigue la moda de las novelas policiacas que tantos cultivadores tienen en este momento en España. Desde distintas ópticas, la novela negra, de acción y de intriga se imponen con un éxito sin precedentes en medio mundo. Ahí están Dolores Redondo y Lorenzo Silva, dos de los autores más sobresalientes. No tuvo el cine español nunca una querencia por este tipo de filmes, quizá por un cierto cine comercial de «policías y ladrones» a imitación del «polar» francés, como «Un vaso de whisky» 1958), de Julio Coll, y «091, policía la habla» (1960), de José María Forqué. Quien sí consiguió imponer en los años 50 la temática policiaca popular fue Francia con la saga de Lemmy Caution, interpretado por Eddie Costantine, y la películas basadas en las novelas del inspector Margret, que dieron paso al sofisticado cine negro de Jean Pierre Melville con Alain Delon y Jean Paul Belmondo, muy influyentes en el cine de acción de Hong Kong de los 90. En España fueron una excepción las producciones de cine de acción de Antonio Isasi-Isasmendi: «Estambul 65» (1965) y «Las Vegas, 500 millones» (1968), rodada con actores extranjeros, siguiendo los pasos de Jules Dasin y sus famosas películas de atracos perfectos como «Rififi» (1955) y «Topkapi» (1964). Habrá que esperar a finales de los 70 para que el cine español triunfe en las taquillas con un cine de acción muy popular y de fuerte contenido social, etiquetado como «cine quinqui», protagonizado por marginados sociales o los mismos delincuentes. Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma impusieron el subgénero.
A lo largo de los 80, junto a la nueva comedia madrileña, el cine que mejor funcionaba en taquilla era el de Esteso y Pajares y el ya mencionado de quinquis, comenzando con «Perros callejeros» (1977), de José Antonio de la Loma, donde las drogas, los atracos y los robos de coches daban pie a persecuciones y escenas de acción rodadas con pocos medios pero que alcanzaron enorme popularidad. Hasta tal punto que Carlos Saura rodó «Deprisa, deprisa» (1981), Manuel Gutiérrez Aragón «Maravillas» (1980) y Montxo Almendáriz «27 horas», cine de autor quinqui que alternaban con producciones comerciales como «Navajeros» (1980), «Yo, el vaquilla» (1985), «El Lute, camina o revienta» (1987), «Matar al Nani» (1988) y «El pico» (1983). En los 90, Álex de la Iglesia representó la voluntad de volver a un cine de género popular sin renunciar a cierto gamberrismo y pretensiones de autor, con «El día de la bestia» (1995), que consiguió seis premios Goya, y «Perdita Durango» (1997), con Javier Bardem, James Galdonfini y Santiago Segura. Un cine de acción muy personal pero con voluntad de arrasar en las taquillas. El espectador quiere divertirse, emocionarse y sentir la adrenalina con un cine trepidante que no olvide la intriga ni las caras conocidas, y eso es lo que se ha premiado este año en los Goya.