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La misteriosa sonrisa etrusca

Los etruscos rivalizaron en influencia con las colonias griegas y dominaron los caminos hacia la vida de ultratumba
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  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Gustavo García Jiménez. Desperta Ferro Ediciones

    Gustavo García Jiménez. Desperta Ferro Ediciones

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«Los tirrenos habitan una tierra muy fértil y la trabajan con cuidado, por lo que tienen productos agrícolas en abundancia, no solo suficientes para su sustento sino en tal cantidad que les permiten el goce de la opulencia y una vida lujosa». Esta afirmación de Diodoro da cuenta del esplendor y de la reputación de que gozaba la cultura etrusca entre los pueblos del mundo clásico. En la otra cara de la misma moneda, la imagen de Roma se refleja sin duda en el espejo etrusco, y su propia esencia depende en buena medida de la herencia que de ellos tomaron. Buena parte de este éxito se debe –como indica Diodoro– a la riqueza de sus tierras o de sus minas, pero en especial también a su capacidad y habilidad de absorber los aportes materiales y culturales que a su vez ofrecían las culturas orientales de su época. Son todavía muchos los interrogantes abiertos sobre aspectos clave como el origen, la lengua o el urbanismo de las ciudades de los etruscos. Pese a ello, su cultura no nos es desconocida, puesto que sus costumbres funerarias resultan muy explícitas en muchos aspectos, y además contamos con fuentes históricas –griegas o romanas– que, a falta de relatos directos propios, nos ofrecen pistas importantísimas sobre cuestiones como la religión y la política, que tan a menudo escaparían a nuestro entendimiento de no ser por ello. Asentamientos rurales como el de Poggio Civitate son claves para conocer la articulación del poder en la sociedad etrusca de un modo explícito y palpable. Ingentes cantidades de materiales arqueológicos, dentro y fuera de la antigua Etruria, nos advierten a su vez de la gran pujanza de esta cultura, así como de su determinante papel en el comercio mediterráneo.
Entre los rasgos culturales más importantes de los etruscos, el banquete era una práctica cotidiana, omnipresente en el ámbito funerario. Rara es la tumba pintada etrusca que no contenga algún elemento representado en relación con las prácticas de convivialidad, y raro es el ajuar funerario que no incluya objetos de la vajilla cerámica o metálica destinados a este efecto. Y es que las celebraciones relacionadas con los funerales o el recuerdo a la memoria del difunto se prestaban a la perfección para la ostentación, el lucimiento de la riqueza y la posibilidad de proyectar la fuerza de los lazos familiares entre las élites.
Ejemplo de ello es el sarcófago de los esposos (ca. 530-520 a. C.), una de las obras más representativas del arte funerario etrusco que reúne todas esas características comunes que nos han fascinado a lo largo de los siglos. Con rostros sonrientes, postura relajada y su afectuoso abrazo, los cónyuges, cuyos restos reposan en él, tenían la clara intención de mostrarse unidos para la posteridad, y decidieron hacerlo representándose juntos en un diván, compartiendo las excelencias de un virtual banquete. Ni siquiera la muerte parece suponer un obstáculo para que así permanezca la memoria de los diversos linajes etruscos en su camino a la vida de ultratumba, plasmada en actos sociales como estos banquetes que solían acompañar a los ritos funerarios.
Modelos de ostentación
Los etruscos de la etapa orientalizante estaban ávidos de poder mostrar su riqueza, y aunque el canal funerario es tradicionalmente uno de los más recurrentes y siguió siendo explotado al máximo nivel, la aristocracia tirrena no tardó en mirar a su alrededor en busca de otros modelos de ostentación que resultaran útiles en vida. La mejor referencia, cómo no, la tenían en las prácticas de convivialidad típicas de las culturas orientales, bien presentes en el Mediterráneo occidental a través de los fenicios y, desde la segunda mitad del siglo VIII a. C., también de los griegos eubeos. A la vez que permitía resaltar el lujo en casi cualquier circunstancia, el banquete encajaba perfectamente con la idea del recuerdo del ancestro y con los festejos funerarios que la aristocracia ya practicaba. En este caso, los etruscos introdujeron además un elemento nada común en otras culturas coetáneas: la presencia de las mujeres en el banquete, puesto que estas gozaban de una mayor presencia y representatividad en la sociedad etrusca que la que nunca tuvieron entre los griegos o los romanos.
A pesar del legado inmenso que han ofrecido a la civilización occidental, todavía quedan numerosas incógnitas sobre la cultura y el arte etruscos, aunque auguramos que, poco a poco, los secretos de la civilización etrusca nos irán siendo desvelados. Aunque esta vez no va a ser necesario realizar sacrificios a Tinia. Bastará con continuar la labor que con tanto empeño están realizando en las últimas décadas arqueólogos e investigadores de todo el mundo en el territorio de los antiguos tirrenos.
«LOS ETRUSCOS»
68 páginas,
7 €

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