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La Muralla China, en peligro de extinción

Gran parte de los 6.000 kilómetros se encuentra en ruinas, las paredes se caen y el hombre y la erosión están arruinando el monumento
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Gran parte de los 6.000 kilómetros se encuentra en ruinas, las paredes se caen y el hombre y la erosión están arruinando el monumento
Durante los cientos de años que duró su edificación, hunos, mongoles y manchúes atravesaron la Gran Muralla China en su lucha por la conquista de nuevos territorios. Lo que nadie se podía imaginar es que en el siglo XXI fueran las Tropas Imperiales de «Star Wars» las que ocuparan esta fortificación. Esto es lo que ocurrió el pasado mes de octubre, cuando 500 soldados y cientos de fans acudieron al monumento para presenciar un evento promocional. En la misma línea, desfiles de moda, anuncios publicitarios, filmes y todo tipo de espectáculos se han servido de la Gran Muralla China como escenario para vender sus productos. Tanto ajetreo le está pasando factura al símbolo nacional, y ahora la salud de la vieja muralla se resiente. La que fuera designada Patrimonio de la Humanidad en 1987 corre el peligro de desaparecer si no se establecen medidas para su protección. Por la erosión natural y la actividad humana, la mayor estructura militar del mundo ha perdido un 30% de la extensión de su zona más transitada, unos 2.000 kilómetros de piedra y ladrillo.
Según relató en junio la organización dedicada a su conservación y protección, Great Wall Society (CGWS), tan sólo se mantiene en buen estado un 8,2 % del tramo de la muralla construido durante el imperio Ming (1368-1644), el más visitado por los turistas. Y ni siquiera esta parte se ha librado de los daños del hombre, y sus muros son atravesados por carreteras y vías del tren. Al contrario de lo que se piensa, esta aravilla no es una estructura continua y está formada por secciones construidas en diferentes periodos desde el siglo III a.C. Según un estudio, en su día llegó a medir 21.196 kilómetros.
Pero el paso del tiempo no perdona a la edificación. La erosión natural, la falta de mantenimiento y el vandalismo han contribuido a su deterioro. Gran parte de su estructura recorre desiertos donde las adversas condiciones meteorológicas ya han hecho su parte del trabajo. Terremotos, inundaciones y tormentas de arena contribuyen a su deterioro. «A pesar de que algunas de las paredes están construidas con ladrillos y piedras, no pueden soportar la exposición perenne al viento y la lluvia», apuntaba Dong Yaohui, director adjunto de la CGWS. «Muchas de las torres cada vez son más inestables y pueden caerse con una tormenta de verano», suceso que ya ocurrió en 2012 con el derrumbamiento de más de 30 metros de pared, añadi ó Dong. También los árboles, cuyas raíces crecen y se expanden entre sus muros, contribuyen a resquebrajar y derribar estas paredes que sufren los abusos de los turistas. En marzo de 2014, las autoridades permitieron que los visitantes grabaran sus nombres en un tramo delimitado de la construcción a las afuera de Pekín, en un intento por controlar una práctica a la que durante años no habían podido poner freno y se extendía por sus longevas murallas.
El ser humano es la mayor amenaza para una edificación de semejante envergadura. Los propios locales han desmantelado secciones completas de su estructura para comerciar con sus ladrillos. En ocasiones, los residentes de la zona los venden por treinta yuanes (cuatro euros) y, en otras, los utilizan para completar otras obras, como en el caso de la carretera de Ningxia, que se pavimentó en 2005 con 150 metros de la Muralla.

Paredes debilitadas

Estos actos de vandalismo son «inevitables» y según Zhang Heshan, protector de la Gran Muralla en el condado de Funing, en los últimos años cada vez son más los viajeros que se salen de la zona más turística a explorar la «Gran Muralla Silvestre». El pisoteo de esas zonas ha provocado daños y ha hecho que los ladrillos se aflojeny las paredes se caigan. Una situación que, explicaba al diario «China Daily», se ha producido porque no hay suficientes guardias para patrullar estas áreas ni dinero para restaurar los daños pese a que en 2006 entró en vigor la ley de protección de la Gran Muralla.
Para Dong Yaohui, «la grandeza y la longitud de esta obra arquitectónica la convierten en un magnífico legado cultural», por lo que aboga por que su reparación y protección se extienda a todo su trazado y no a determinadas secciones. Tales han sido los perjuicios que un 10% de la Gran Muralla no transitada por turistas en la provincia noreste de Hebei ha desaparecido, informaron los medios locales. Expertos chinos han criticado la falta de personal para cumplir una normativa de protección que califican como un mero «papel en blanco» exenta de detalles sobre su método de conservación.
«Hace unas semanas, los departamentos del Gobierno local derribaron una parte de la Gran Muralla en Ningxia con fines de desarrollo agrícola. Los responsables recibieron una advertencia verbal, pero no un castigo riguroso», se quejaba Dong a este año. Para él, las penas deberían ser más rigurosas y el compromiso de los habitantes y agricultores de la zona esencial para garantizar su protección.
La delicada salud de este monumento es vox pópuli. En 2003, el Fondo Mundial de Monumentos (FMM) anunció que la Gran Muralla estaba entre los cien lugares históricos en peligro de desaparecer, pero no ha sido hasta este año cuando las autoridades chinas han anunciado un proyecto para restaurar la parte más antigua construida entre los siglos VIII y V a.C. y situada en la provincia oriental de Shandong. Castigada por la cercanía de obras y minas, 18 secciones de la «Gran Muralla de Qi», que cuenta con una longitud de 61 kilómetros, se someterán a un lavado de cara en la primera fase de un proyecto que tiene un presupuesto de 208 millones de yuanes –unos 30 millones de euros–.
Habrá que ver si el conocido como el mayor cementerio del mundo –por los diez millones de obreros enterrados en sus inmediaciones que perecieron durante su construcción– consigue poner freno al desgaste natural y los ultrajes y acelera su conservación. Por ahora, los tramos más turísticos, como los de Badaling, Shanhaiguan, Simatai o Mutianyu resisten a duras penas el paso del tiempo, mientras la mayor parte de los 6.000 kilómetros que van desde el paso de Jiayuguan al noroeste del país hasta la costa oriental de Bohái se hallan en ruinas.

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