«La vacuna contra el antisemitismo es el saber»
El profesor Suárez Bilbao rastrea los orígenes de esta aversión en 1096. La hostilidad impidió una convivencia pacífica entre judíos y cristianos y sus consecuencias han llegado hasta nuestros días con rebrotes de odio
El profesor Suárez Bilbao rastrea los orígenes de esta aversión en 1096
Lo cuenta el profesor Fernando Suárez Bilbao, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma, licenciado en Derecho por la Complutense y doctor en Derecho por la Universidad Rey Juan Carlos I, que las Cruzadas y sobre todo lo que sucedió en la Europa Central en 1096 significaron un cambio radical sobre la manera de ver y entender a las comunidades judías europeas. Se trata de la visión de un no judío, de la reacción de todas las partes en el desarrollo de esos brutales hechos. ¿Cuál es su origen? Para el autor del «1096. El origen del antisemitismo en Europa» (Dykinson) se trata de «un proceso muy lento que se desarrolla fundamentalmente al final de la Edad Media y se consolida tras la Reforma protestante. La evolución del antijudaísmo al antisemitismo es un concepto cultural, ético y social en el que la comunidad judía sigue estando marginada dentro del grupo social. A finales del siglo XIV tenemos la experiencia de países como Francia, Alemania e Inglaterra. En España se producen fenómenos como las persecuciones de 1391, que arrancan en Sevilla (saqueos, muertes y conversiones forzadas) y es ahí cuando aparece el fenómeno converso, un grupo de judíos convertidos al cristianismo o cristianos que practicaban el judaísmo en secreto. Esos cristianos nuevos se identifican socialmente como extraños. Ahí ya existe un antisemitismo porque no son cristianos viejos. Detrás late un conflicto social, cultural, étnico que, aunque se desarrolla de manera bastante lenta, se hace se agudiza en Europa tras las Cruzadas en el Valle del Rhin y Europa Central, conflicto que quedará envuelto en turbias leyendas y mentiras que no hacen sino difamar al judío: él es el que envenena el agua, el que roba, es un usurero, es sucio y no se lava. En España aparece a finales del siglo XIV y principios del XV».
-¿Cuál es la base ideológica?
-Se trata de una transformación de ese conflicto religioso al identificarlo con un grupo humano concreto diferente, que es culto, posee ciertos conocimientos, es potente y fuerte económicamente hablando y que está organizado y al que se hace responsable de las desgracias que pesan sobre el grupo mayoritario. En el siglo XVIII y como consecuencia de la llegada de la Ilustración, el fenómeno religioso pasó a un segundo plano, aunque el conflicto se mantuvo porque tenía raíces muy profundas en países como Francia, Alemania, Rusia y, posteriormente, se agudizó con el nazismo.
-¿Se puede afirmar que el cristianismo aventó ese odio?
-Se mantiene en los momentos del debate religioso. Se vive una primera etapa con el pensamiento de San Agustín que se basa en el principio de que los judíos, a través de los ejemplos de los cristianos, acabarán por convertirse y que el cristianismo no es sino una evolución del propio judaísmo. Por eso los gobernantes de la Alta Edad Media favorecían y protegían la convivencia. El siglo X y principios del XI en los reinos cristianos del norte es la época de los grandes rabinos. Esa situación cambió porque lo hizo el cristianismo. Las Cruzadas significaron el primer eslabón de esa transformación radical en la que los judíos se convierten en objeto de persecución social y es ahí donde se desata el drama y la matanza del año 1096 en el valle del Rhin. Este hecho hace que la Iglesia haga una reflexión a finales del siglo XIII, en 1291, y que le lleve a plantearse cómo resolver problemas internos y los conflictos. Entiende que es necesario resolver la relación con los judíos y se abandona la tradición de San Agustín para entrar en un modelo en que los judíos deben ser apartados y segregados: surgen en ese momentos los guetos o barrios en los que se les obligaba a vivir, las juderías, así como la obligación de portar una señal o distintivo para que fueran identificados desde el exterior porque se debía saber que eran considerados peligrosos. Ellos se acostumbraron a vivir en esa situación de aislamiento y es precisamente ese estar aislados lo que provoca su propia condena. De esta manera se genera el odio. El cristianismo y la Iglesia trataron de evitar esa marginación social o racial; sin embargo, la base del conflicto estaba asentada a finales del siglo XVIII cuando la Iglesia dictó la leyes de apartamiento de los judíos. Esta separación conduce al antisemitismo.
-¿Contribuyó el milenio a difundir aún más ese odio hacia los judíos?
-Los movimientos milenaristas producen un temor a cualquier cambio, lo que significa que favorecen cualquier proceso de hostilidad. Los judíos se convirtieron, pues, en víctimas de todos los temores que se producían. Hubo movimientos milenaristas tanto entre cristianos como entre judíos, aunque hay que decir que lo que produce el verdadero cambio es el cambio de la mentalidad.
-¿La base real del antisemitismo es religiosa o económica?
-La base auténtica del antisemitismo es de caracter social. En España se produce, sobre todo, por el tema de los conversos andaluces, un grupo de gente que estaba bien situada desde el punto de vista social y que provocaron el rechazo. Para que esa enemistad fragüe y sea consistente se recurre al elementos o factor religioso: se les critica que sean malos cristianos, aunque el problema de fondo se asienta en los nuevos cristianos un grupo muy potente que provoca rechazo.
-¿Hasta qué punto han influido las supersticiones que antes comentaba en ese rechazo frontal hacia los judíos?
-Su influencia fue terrible, tremenda, pues se convierten en un elemento coadyuvante de la enemistad. Los judíos son los dueños de esa magia negra y en ese proceso son responsables de todos los males. Los mismos rituales de los que se les acusa se trasladarán un siglo después a las brujas y los aquelarres. Las supersticiones determinaron el mito del tópico del judío: uraño, de nariz ganchuda, avaro, usurero, maloliente. Se construye a su alrededor un modelo fantástico y a partir de él se hace creer que son de es manera.
-¿Qué parte del antisemistismo medieval ha llegado hasta el siglo XX?
-El medieval es la base del moderno despojado de los elementos religiosos. A partir de la Ilustración queda instalado socialmente, se asienta y conducirá con el devenir del tiempo al máximo apogeo de odio, que es el antisemitismo nazi.
-Un antisemitismo que ha regresado en el tiempo mediante diferentes oleadas, que sufre rebrotes. ¿Cree que puede volver a asentarse como en épocas pasadas?
-El antisemitismo es un proceso de reacción por parte de la sociedad para buscar un enemigo y puede volver en cualquier momento. En los medios de comunicación, por ejemplo, se identifica a los judíos con determinados comportamientos: se convierten en buenos o en malos dependiendo del estado en que vivan. Otra circunstancia es que, aunque ese sentimiento esté larvado, puede llegar a fraguar un proceso real que se implante. La única vacuna para evitarlo es el conocimiento de lo que ha pasado, conocer al otro y a las distintas comunidades. La labor histórica resulta fundamental. La ignorancia es muy peligrosa porque facilita el mito.
-¿Qué motivos alientan ese odio?
-Hoy no habría que plantear un discurso nuevo puesto que ya existe uno. El peligro de reutilizarlo está ahí: existe y si está se puede echar mano de él. El judío es el extraño, el extranjero y hemos visto brotes de odio que van directamente contra él, un discurso utilizado por grupo radicales al que se une el fervor del fundamentalismo cuya base es religiosa y que recupera elementos como el antisemitismo.