Historia

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Las bacanales que prohibió Roma

Un estudio de Pedro Ángel Fernández Vega recoge las noticias sobre estas reuniones en Roma y el escándalo que solían conllevar, y explica por qué se decidió proceder a una regularización legal de ellas en el 186 a. C

Junto a estas líneas, «Bacanal de Andrios», de Tiziano
Junto a estas líneas, «Bacanal de Andrios», de Tizianolarazon

Un estudio de Pedro Ángel Fernández Vega recoge las noticias sobre estas reuniones en Roma y el escándalo que solían conllevar, y explica por qué se decidió proceder a una regularización legal de ellas en el 186 a. C.

Dioniso, el Baco romano, era el más importante, sin duda, de todos los dioses en la antigüedad clásica, por su especial interacción con los seres humanos. Y es la divinidad que hoy se nos antoja más interesante para comprender la historia social y cultural de la antigua religión grecorromana, como el dios que, en cierto modo, acercaba a los hombres a la categoría divina, ya fuera mediante un proceso extático de deificación temporal o a través de sus renombrados misterios: los orgia y la teleté dionisíacos, en las llamadas bacanales, han sido objeto de estudio desde hace varios siglos en la moderna historia de las religiones y siguen ejerciendo una notable fascinación no solo entre los estudiosos sino también entre el público general, por la gran recepción de Dioniso en la modernidad –de Nietzsche a esta parte– como el dios que acaso mejor permite comprender al hombre moderno. La locura colectiva que encarna el baile extático y los ritos grupales de los seguidores de Dioniso en la antigüedad ha sido a veces comparada –sobre todo desde la llamada «escuela de ritualistas de Cambridge», como J. Harrison y G. Murray, pero especialmente desde el genial libro de E.R. Dodds «Los griegos y lo irracional» (1951)–, con experiencias de trance colectivo de otras épocas, desde el medievo a la religión de diversos pueblos del mundo llamado «primitivo» por la antropología victoriana. Superada ya la añeja tesis de E. Rohde (1893) sobre la procedencia no griega de las bacanales y del menadismo, los componentes extáticos del culto de Dioniso en Grecia se dan por autóctonos. La consideración de estos, como se hacía en el enfoque positivista del siglo XIX, como meros mitos ha quedado también atrás. Se decía que el menadismo recogía una representación mítica en la literatura y el arte, en Eurípides y en los vasos griegos, más que una realidad histórica. Esto era partir de la base de que hay dos ámbitos diferentes, es decir, mito y realidad, fantasía y verdad histórica, en la llamada religión griega, una idea que está en la base de la clasificación positivista de las fuentes literarias acerca de las bacanales. Mucho se ha avanzado desde entonces, no solo desde la antropología, la historia de las religiones y la filología clásica, sino también desde el punto de vista arqueológico y de la cultura material, en el conocimiento de las bacanales.

Es interesante considerar có-mo el culto de Dioniso se extiende no solo en el mundo griego sino también en el romano a la hora de interpretar los matices del dionisismo en su «longue durée». Es difícil subestimar el impacto cultural del dionisismo en Grecia y Roma desde los orígenes a la época imperial tardía. Pero mientras que otros dioses y héroes griegos –pienso en Apolo o en Heracles– tuvieron una pacífica transición al imaginario religioso y las prácticas rituales romanas, la inserción del dionisismo en la cultura romana fue ciertamente traumática desde el escandaloso asunto de las bacanales de 186 a.C., duramente reprimido por el Estado romano. El culto se consideró entonces una amenaza para la seguridad del estado y se nombró una comisión de investigación, incoándose diversos procesos legales. El Senado decretó la supresión oficial del culto en toda Italia, salvo en ciertas circunstancias, e impuso la pena capital para los instigadores de las bacanales. Tito Livio, en tiempos de Augusto, retoma el tema con una agenda historiográfica y literaria distinta. El escándalo se resolvió en este célebre decreto que reguló el culto limitando el número de participantes en los ritos, es un episodio clave para analizar la perspectiva sociopolítica de un dios del que, demasiado a menudo, se dijo que era «apolítico». No lo era, desde luego, en las «poleis» griegas, contra la opinión de H. Jeanmaire (1951), pues tenía una clara inserción en el discurso cívico, por ejemplo, de Atenas, a través del teatro. Ni tampoco lo fue en Roma, sino que admite una lectura acaso «revolucionaria» que se ve en la lectura marxista que se ha hecho desde la historiografía del siglo XX de este episodio y también de la vertiente popular del dionisismo ya desde la época de las tiranías griegas, como estudió Dabdab Trabulsi.

Sexualidad y desenfreno

Pero más allá del papel de Dioniso como dios que integra lo rural en lo urbano (como se ven en el calendario festivo ateniense) o cohesiona las diversas clases sociales con especial atención en las populares, el problema de las bacanales en Roma recuerda las importantes objeciones sociales que existían frente a la sexualidad y el desenfreno dionisíacos. Un ejemplo son los posibles embarazos que pudieran resultar de la actividad de las mujeres en los tíasos históricos, que mal se armonizaban con el control social de la sexualidad y el de la embriaguez en espacio público, aunque las más de las veces los rituales tenían lugar en una «no man’s land» allende las fronteras de la ciudad-estado. Es muy notable la existencia de una inscripción helenística en Mileto que regula aspectos rituales del menadismo, como la ingesta de carne cruda, en nombre de la ciudad, como parte del ordenamiento jurídico de las leyes sacras. El control legal del dionisismo en la historia antigua por parte de los que han intentado legislar sobre el culto siempre fue problemático. Aparte del ejemplo conocido del citado senado consulto sobre las bacanales de 186 a.C. y la ley de Mileto de 276 a.C., hay otros testimonios que dan fe del éxito de las congregaciones dionisíacas en el mundo grecorromano en un auténtico «boom» desde la época helenística a la tardorromana. Dioniso es interesante como una sublimación de lo excepcional fuera de la «polis», como paréntesis de caos regulado e imprescindible para que exista el orden. Estaba claro que el trasfondo ritual del menadismo histórico y de las bacanales se centraba en la problematización del rol social de la mujer como sacerdotisa fuera de la ciudad. Es un asunto relevante en el campo de los estudios de género.

Hoy tenemos un excelente repaso al caso histórico del Senado consulto «De Bacchanalibus» en el libro «Bacanales: el mito, el sexo y la caza de brujas» (Siglo XXI) de Pedro Ángel Fernández Vega. Siguiendo los pasos de Tito Livio y las noticias antiguas sobre el escándalo de las bacanales en Roma, que llevó a la regulación legal del 186 a.C., Fernández Vega estudia los años de la llegada del culto de Baco a Roma y las postrimerías políticas y religiosas de este caso que amenazaba con subvertir el orden social establecido. El libro disecciona el célebre «senatus consultum», conservado en una inscripción latina descubierta en el siglo XVII, y la problemática cuando las élites comenzaron a participar en el culto. La subversión dionisíaca tenía mucho de utópica y podía ser incómoda para el poder. Lo cierto es que el alcance de esta ley no tenía precedentes y anticipa las medidas del estado romano en la antigüedad tardía contra cristianos o maniqueos, en época de Diocleciano y sus sucesores, y luego la legislación antipagana de Teodosio y Justiniano. El asunto tiene las exageraciones características de la persecución religiosa amplificada con fines políticos. Una «caza de brujas» que no pudo frenar la expansión del dionisismo en la antigüedad tanto en el pueblo llano como en las élites intelectuales y políticas. Solo la llegada del cristianismo rivalizaría primero con estos populares misterios y los derrotaría después.