Historia

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Las cartas secretas de Karol Wojtyla

Cuarenta años antes de canonizar al Padre Pío, el entonces vicario capitular de Cracovia en el Vaticano recurrió al religioso para curar un cáncer a una amiga

Las cartas secretas de Karol Wojtyla
Las cartas secretas de Karol Wojtylalarazon

Karol Wojtyla, el futuro Papa Juan Pablo II, escribió dos cartas tan cruciales como desconocidas al Padre Pío, el fraile de los estigmas, transcritas en mi libro «El Santo. La revolución del Padre Pío», cuya tercera edición prepara ya el Grupo Planeta en tan solo un mes desde su publicación.

Karol Wojtyla, el futuro Papa Juan Pablo II, escribió dos cartas tan cruciales como desconocidas al Padre Pío, el fraile de los estigmas, transcritas en mi libro «El Santo. La revolución del Padre Pío», cuya tercera edición prepara ya el Grupo Planeta en tan solo un mes desde su publicación.

Cuarenta años antes de canonizarle, en noviembre de 1962, el entonces vicario capitular de Cracovia en el Concilio Vaticano II, Karol Wojtyla, había recurrido al Padre Pío para curar de un cáncer a una paisana y amiga suya, la doctora Wanda Pòltawska. La mujer había sido partisana en Cracovia durante la Segunda Guerra Mundial, siendo capturada por los nazis e internada en el campo de concentración de Ravensbrück, donde fue sometida, cual conejilla de Indias, a experimentos médicos inhumanos auspiciados por la mente cruel y enfermiza del doctor Josef Mengele, fallecido en febrero de 1979.

Concluida la guerra, la doctora Pòltawska conoció a Karol Wojtyla mientras estudiaba Psiquiatría en la universidad. Surgió así una imperecedera amistad entre ambos, que prosiguió ya luego durante el largo y fructífero pontificado; no en vano, la mujer y su familia eran asiduos invitados a Castel Gandolfo durante las vacaciones estivales del Papa.

El postulador del proceso de canonización de Karol Wojtyla, monseñor Slawomir Oder, exhumaba esta otra carta del Pontífice a su amiga del alma, fechada el 20 de octubre de 1978, en la cual se pone en evidencia el gran afecto que ambos se profesaban: «El Señor ha decidido que se hiciese realidad todo aquello de lo que hemos hablado varias veces y que tú predijiste, de alguna forma, tras el fallecimiento de Pablo VI. Agradezco a Dios que, en esta ocasión, me haya dado tanta paz interior, una paz que, a todas luces, me faltaba todavía en agosto, y que me ha permitido vivir este momento sin tensión. (...) En estos momentos pienso en ti. Siempre he considerado que en el campo de concentración de Ravensbrück también sufriste por mí. (...) En esta convicción se fundamenta la idea de que vosotros sois mi familia y tú una hermana». En lugar de firmarla por su verdadero nombre, el Romano Pontífice consignaba al final el afectuoso apelativo con que Wanda le llamaba: «Hermano».

Pues bien, como decíamos al principio de esta nueva historia, el futuro Papa polaco había enviado dos importantes cartas manuscritas, redactadas en latín, al fraile de San Giovanni, acuciado entonces por un problema en la vista que le impedía leer con normalidad. Por esa misma razón su administrador, Angelo Battisti, debió recitarle en voz alta ambas epístolas, conservadas hoy en la Casa Alivio del Sufrimiento de San Giovanni Rotondo, el gran hospital fundado por el Padre Pío, cuyas copias reproducimos ahora por primera vez en esta misma página reservada a la más exquisita intrahistoria de todas las épocas.

Oración por una madre

La primera carta, fechada en Roma el 17 de noviembre de 1962, dice textualmente así: «Venerable Padre: le ruego haga una oración por una madre de cuatro hijas, de 40 años, de Cracovia, en Polonia. Durante la última guerra estuvo en un campo de concentración en Alemania; ahora su salud y su vida están en peligro gravísimo debido a un cáncer. Ruegue a fin de que Dios, por intercesión de la Beatísima Virgen, muestre su misericordia con ella y su familia. In Christo obligatissimus, Carolus Wojtyla».

Tras meditar un rato en silencio, el Padre Pío dijo resuelto a Battisti:

–¡A esto no se puede decir que no!

Finalmente, añadió:

–Angelo, conserva esta carta porque un día puede ser importante.

Tan sólo once días después de la primera monseñor Wojtyla escribió esta otra misiva al Padre Pío, traducida también del latín: «Venerable Padre: la señora médico de Cracovia, en Polonia, madre de cuatro hijas, recuperó instantáneamente la salud el 21 de noviembre, antes de la operación quirúrgica. Deo gratias. A Vd. también, Padre, doy devotamente las más rendidas gracias en su nombre, el de su marido y el de toda su familia. In Xto. Carolus Wojtyla».

La doctora Pòltawska no había oído hablar jamás del Padre Pío, el sacerdote capuchino que canonizaría el propio Juan Pablo II en junio de 2002, hasta el mismo instante de su prodigiosa e inexplicable curación para la ciencia. Siendo incluso octogenaria, su buena salud le permitió desarrollar una importante labor apostólica en Polonia, Italia y Norteamérica. La mujer devolvió así al Señor la enorme gracia recibida por intercesión del Padre Pío, volcando su Amor, con mayúscula, en los más necesitados.