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Concierto

Levitar con Leiva

Anoche en Madrid, el músico del momento despegó del suelo a 17.000 leivanistas y esta noche, si no lo impide un asteroide, repetirá gesta

Concierto de Leiva en el Wizink Center@ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez PHOTOGRAPHERS

Cada cierto tiempo hay un músico sobre el que se concentran todas las miradas. Ya sea por talento incontestable o por capacidad de seducción, aunque casi siempre por una alianza de ambas cualidades, un tipo o una tipa son aupados a un trono imaginario pero inequívocamente visible en las cabezas de una mayoría. En España, Leiva es el hombre del momento. Aunque logró el éxito y la popularidad en el primer lustro de este siglo con Pereza, junto a Rubén Pozo, desde la ruptura del dúo su figura se ha ido agigantando con cada uno de los seis discos que ha engendrado. Hoy se acerca a la pegada comercial de su amigo Dani Martín, un experto en batir récords de venta de entradas, y a la golosa/gloriosa estampa del Sabina de los 80, aquel treintañero sediento de noche que apostató del credo de los cantautores y se lanzó a rocanrolear con la mejor de las letras.

El andaluz nacionalizado madrileño le dio su bendición, de hecho, hace ya años: Leiva produjo su último disco de estudio, «Lo niego todo», y después levantaron juntos el tema «Sintiéndolo mucho», por el que obtuvieron el Goya a la mejor canción original. Más tarde fue Robe, el inventor de Extremoduro y un artista instalado en los confines de la misantropía, quien le respondió con un sí a su propuesta de colaborar con él en una canción, «Caída libre», que es a la vez herida y bálsamo. Y si Sabina y Robe te levantan el pulgar es que, más allá de la imagen de la «rock star», llevas dentro un par de huracanes y el fuego inmortal de los dioses.

Concierto de Leiva en el Wizink Center @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

Leiva actuó el pasado sábado en Madrid ante 17.000 leivanistas que llenaron el Movistar Arena, sexta parada de la gira «Gigante», y esta noche, si un asteroide encabronado no lo impide, repetirá gesta. El madrileño ofreció dos horas de música sin un solo anticlímax, una clase magistral de lo que significa organizar una fiesta perfecta. Parte del mérito la tienen el espectáculo que presenta, comparable al de las estrellas guiris, y unos instrumentistas –entre ellos su hermano Juancho, el líder de Sidecars– que no pueden disimular su amor hacia lo que tienen entre las manos, y con esos ingredientes resulta imposible no dejarse arrastrar por la marea que te envuelve y disfrutar de la noche. Pero fueron las canciones, muchas buenas canciones que todos los asistentes se sabían como si las hubieran escrito ellos, las que activaron el milagro de la levitación: el suelo estaba de adorno, los cuerpos flotaban. «Leivataron», en fin, mientras expulsaban sus emociones igual que si fueran a morir mañana. Merche no pudo ir, pero por supuesto que estuvo. Ya se encargó de mentarla su hijo, que le entregó el concierto en bandeja de oro y nos mostró que bajo el traje de superhéroe hay carne y huesos y un corazón XXL.

Concierto de Leiva en el Wizink Center @ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

El rock es un tigre en un gallinero, el sonido de un disparo en las entrañas de un templo, un relámpago que abole la noche cerrada. Y en la sangre de José Miguel Conejo Torres todo eso está ahí, exageradamente. En la sabiniana «Ángulo muerto» traza su retrato con solo tres versos: «Todo el mundo sabe ya que soy tuerto, / que desnudo parezco un insecto / y vestido un señor». Pero por muy duro que sea consigo mismo y por más que insista en renegar del póster y el neón –léase «Leivinha»–, no deja de hacer méritos para la beatificación. ¿Como una luz desorientada? No, no, qué va. Más bien como ese certero rayo que no cesa.