Al rojo vivo
«El pájaro del amor me llevó por laberintos sin futuro», asume Verónica García en este poemario, premio Ciudad de La Palma, que, de un modo trepidante, se desarrolla en instante presente. «La verdad es un diamante/que reposa en mi sexo abierto/su grosor lo mide tu puño cerrado», se proclama sin ambages, dando cuenta del espacio en que transcurre. El amor, con el desamor contraviniéndose casi en el mismo acto, es ese «fuego de nadie» que le da el título. Trazado con secuencias irracionales y surreales, el acto erótico es, a la vez, sagrada entrega y mortal depredación en papeles que se invierten. Hay, sí, un pesimismo existencial de antemano: cada amante comparece en solitario, precintado, frente al amante/contrincante. «Estamos en el mismo sueño:/cada uno en su tejado,/nos lanzamos coches, gatos...», profiere.
Con suma franqueza («Me miro en tus ojos sin condón»), y desde un cierto «hembrismo’» inusual, la narradora, que es juez y parte, insiste en reconocer: «Separo las piernas y caen las pupilas/del amante, al fin secas: bolitas de amor para el juego de un gato». Y aún le reta: «Te voy a romper los espejos mientras me tiras del pelo»... Sin embargo, del otro lado, reconoce su panoplia de incertidumbres: «¿Se estrellará mi letargo contra tu pensamiento?», dubita, para constatar: «Eres cadáver y no estás muerto». Y a modo de síntesis, en el mismo poema en que se reconoce: «Quise amarte pero estaban tus cenizas/en paz sobre las aguas», se proclama finalmente: «Te regresé en otros labios/Yo con la guadaña». A la postre, en la transfusión de géneros que el acto erótico propicia, ambos amantes son fagocitados, no por el otro, sino por el fuego de nadie del erotismo mismo.