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Alberto Barrera: «El primer reto de la oposición es obligar al chavismo a ser democrático»

Alberto Barrera Tyszka, ganador del XI Premio Tusquets de Novela, habla de su más reciente libro, de las elecciones en Venezuela y del chavismo sin Chávez
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Alberto Barrera Tyszka, ganador del XI Premio Tusquets de Novela, habla de su más reciente libro, de las elecciones en Venezuela y del chavismo sin Chávez
Para la mayoría de venezolanos, el futuro de su país dependía en gran medida del resultado de las elecciones del pasado domingo. Esa misma sensación la tuvieron cuando se hizo evidente que el cáncer que padecía Chávez acabaría con su vida. «¿Qué va a pasar?», era la pregunta colectiva, independientemente de afinidades políticas. Esa incertidumbre es el centro de «Patria o muerte», la más reciente novela de Alberto BarreraTyszka, periodista, poeta, novelista y guionista venezolano, que ganó este año el Premio Tusquets de Novela. El jurado destacó del libro “la valentía de contar, desde las vivencias cotidianas de un grupo de personajes, la realidad venezolana de un modo poco complaciente”.
–Es evidente que el personaje Chávez sigue llamándole poderosamente la atención. Escribió su biografía y en esta novela vuelve a hacer su retrato, ¿por qué la fascinación, compartida por tantos, con este hombre?
–Eso justamente trata de indagar la novela. Pero, a ver, quisiera precisar algo. La biografía que escribimos Cristina Marcano y yo fue un proyecto periodístico, con un pacto con la verdad, con el dato duro, absolutamente cerrado, exacto. En la novela, en rigor, Chávez no es el protagonista. Funciona más como un telón de fondo, como un contexto, donde se desarrollan varias historias de ficción. Los protagonistas son otros, ciudadanos de distinto tipo, tocados, enganchados a favor o en contra, por esa circunstancia, por un líder carismático que de pronto invadió sus vidas.
–La novela es también el retrato del país en el momento en que se veía abandonado por su líder, ¿qué son ahora los venezolanos, más de dos años después de la muerte de Chávez?
–Yo creo que todavía estamos tratando de ver y de entender qué nos pasó, qué nos ha pasado, cómo cambiamos en estos años, qué ha pasado con nosotros. Quizás lo más evidente es la polarización. Chávez polarizó la sociedad a su alrededor. Fue un proceso particular, difícil de explicar, porque creo que tiene más de irracionalidad afectiva que de ideología. Con su muerte, esa polarización ha ido lentamente mermando. Aunque los herederos del chavismo hacen lo imposible por re-polarizar al país, la dinámica social y política va poco a poco desactivando su enfrentamiento entre dos únicos polos, va dejando atrás esa visión maniquea y moralista de la vida.
–¿Cuándo comenzó a escribir la novela?
–Algunas historias que están en la novela llevan tiempo conmigo, pero todo comenzó a ordenarse de otra manera a partir del anuncio de la enfermedad de Chávez. Comencé a sentir que ahí había un ciclo, en espacio simbólico, un espacio muy particular, con principio y fin, que podía servir muy bien como momento para desarrollar varias historias.
–Después de las elecciones del domingo, ¿se puede afirmar que, ahora sí, no hay chavismo sin Chávez?
–Yo creo que las elecciones del domingo lo que produjeron fue el final del chavismo tal y como lo entendía Chávez: como un proyecto hegemónico sin ninguna posibilidad de alternancia democrática. Chávez decretó que en Venezuela había una revolución para suspender indefinidamente la alternancia. Ese plan, esa eternidad política, finalizó el domingo 6 de diciembre.
–La importancia de la palabra, de la narración, atraviesa el libro. Dedica especial atención al discurso oficialista («Y el país fundado alrededor de su voz estaba desconcertado, no entendía qué pasaba, no se hallaba a sí mismo»), pero también a la palabra escrita, al proceso de escritura. ¿Se funda un país sobre un relato?
–Me interesa mucho la reflexión sobre la producción de discursos y sobre la escritura en sí misma. Supongo que traspaso esas inquietudes a mis personajes. Pero el caso de Chávez es independiente. Chávez creó una nueva narrativa, un relato de país que muchos venezolanos compraron, hicieron suyo. El principal instrumento de acción de Chávez fue la palabra. Y con ella fue incluso más eficaz que con las armas. El 4 de febrero es un ejemplo perfecto. Trató de dar un golpe militar y fracasó estrepitosamente. El mismo día apareció unos segundos hablando en la tele y tuvo éxito. La relación entre Chávez y la oralidad es fabulosa. Sobre su verbo, trató de fundar un proyecto de país. Y sus herederos todavía intentan sostenerse, aferrados a su voz.
–¿Qué relato construyó Chávez para Venezuela y por qué tuvo tanto éxito?
–Es un tema largo y complejo. Chávez le dio voz y protagonismo al tema de la pobreza y de la desigualdad. Revivió el sueño de que somos un país rico, de que no es necesario producir la riqueza sino sólo saber repartirla con justicia. Resucitó la larguísima tradición de caudillos militares que aún respira en la historia venezolana, volvió a proponer el sueño del hombre de acción, del guerrero, de la gloria de los hijos de Bolívar. De alguna manera, reinventó el caudillismo desde la condición de país petrolero y desde la sentimentalidad mediática.
–Con respecto a los resultados del domingo, ¿esperaba una reacción así, tan calmada, de parte del gobierno de Maduro? ¿Qué retos ve para la oposición de cara al futuro?
–La reacción de Maduro no me parece calmada. De hecho, es preocupante ver cómo la alta dirigencia chavista todavía no ha digerido bien la derrota del domingo pasado. Han pasado toda la semana tratando de descalificar el significado de la elección. Respetan los resultados pero despojan de significado la elección. No aceptan que votó el pueblo. Piensa que ese 67% que no votó por ellos es una masa engañada, confundida, dirigida por el imperialismo. Lo ocurrido el domingo no es, para el chavismo, un acto democrático sino un golpe de la contrarrevolución. Ese es el primer reto de la oposición. Y también de toda la sociedad. Obligar al chavismo a ser democrático.

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