Literatura

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Amor cortesano en octosílabos

Amor cortesano en octosílabos
Amor cortesano en octosílaboslarazon

A mediados del siglo XII, tras la expansión de los cantares de gesta, la sociedad medieval parece cansada de las grandes hazañas épicas y necesita que los juglares alimenten su fantasía con temas muy diferentes. Es en esa época, alrededor de 1165, cuando una mujer de amplia cultura que decía de sí misma «María me llamo, y soy de Francia» escribe una delicada colección de doce breves relatos a los que llama lais, palabra derivada del céltico laid, canción, y se los dedica al rey de Inglaterra, donde probablemente vivía exiliada. En el prólogo a estos cuentos la autora afirma que se propone relatar los lais que había escuchado de antiguos poetas bretones, se refiere a la famosa «materia de Bretaña» que enlaza con el espíritu del amor cortés de raíces provenzales. En la época de María, los juglares bretones interpretaban estas canciones acompañados de la cítara o del arpa, al final de alguno de estos cuentos afirma que se puede cantar acompañado de uno u otro instrumento, tal como ella misma los escuchó.

El elemento fantástico y maravilloso aparece en todos ellos y ha permanecido en el imaginario occidental adquiriendo múltiples variaciones y formando parte de nuestra fantasía: la cierva herida por la flecha de un cazador que habla y pronostica amores desdichados; el amante que se convierte en pájaro para visitar secretamente a su amada y es herido por su marido; el bajel que navega sin marineros que lo gobiernen; el hombre que se convierte en lobo ciertas noches, el famoso tema del licántropo que era una creencia bastante divulgada en los países celtas. En uno de ellos, el que lleva por título «Madreselva», los protagonistas son Tristán e Iseo. La pareja inmortal aparece por primera vez en la literatura gracias a María, ya que se perdió la narración que les dedicó Chrétien de Troyes. La historia de Lanval transcurre y se desarrolla en la corte del rey Arturo y finaliza con el caballero y su dama partiendo hacia la maravillosa isla de Ávalon. Los Lais recrean un mundo delicado y exquisito, rodeado de una atmósfera mágica que envuelve al lector de forma plácida y amena. A todo ello contribuye en gran medida Luis Alberto de Cuenca que ha traducido y editado el texto y es autor del magnífico prólogo.