Crítica de libros

Ángel caído

Ángel caído
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Se agradece regresar, una y otra vez, a la fascinante y convulsa figura de Vincent Van Gogh, cuya gramática pictórica está hecha de extrañeza, osadía, lírica y fábula sin moraleja alguna. Revivir sus pasos desde el prisma que sea siempre resulta una sacudida estimulante. En la presente novela, Esteban Cosano Montero, reputado experto en la figura y obra del autor de «La noche estrellada», se sirve de los recuerdos de Adeline Ravoux, la última modelo viva que posó para el holandés, así como de las cartas y testimonios del propio artista, quien, en su delirio en el altillo de la posada donde moriría, rememora personas y acontecimientos cruciales hasta conformar una secuencia inédita de su dolorosa existencia.

Entre otros pormenores, Adeline Ravoux evoca la estancia en Auvers-sur-Oise (en la región de Isla de Francia donde pintó sus últimas obras y descansan sus restos) cuando ella contaba solo trece años, intercalada con las vivencias legadas por su padre, Arthur Gaston Ravoux, dueño de la posada donde falleció el artista después de pasar 70 días hospedado. Personajes anónimos junto con otros célebres –como su amigo Gaugain, su hermano Theo o el doctor Gachet, que le asistió en sus últimos días– desfilarán por esta biografía novelada al ritmo del diapasón con el que se adentran y se alejan de la vida del genio. Adeline, al fin, descubrirá la importancia que tuvieron ciertos acontecimientos de su infancia y le permitirán cambiar su concepción del pintor «oculto tras el girasol» cuya mirada la intimidaba.

Una historia llena de autopsias sobre la verdad y la mentira, la realidad y el delirio, que nos conquista desde la primera línea para suplantar a nuestro propio orden mental. Desde ese instante ya no estamos en el mundo conocido sino en uno distinto y lleno de tinieblas pero también de luz ambarina.