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Aquel maldito sur

Aquel maldito sur
Aquel maldito surlarazon

Ella dirá en las últimas páginas de la novela: «A un lado quedaba la persona que habías sido antes de bajar al subsuelo, y, al otro, la persona nueva que salía a la luz». Ella, la mujer que habla para sí, es Cora, esclava e hija de esclava, que recuerda que vivió en una plantación de esclavos del estado de Georgia. Y que gracias a un compañero de la plantación, Caesar, no solamente comenzó una huida nocturna de aquel infierno rural, sino que llegó a conocer el Ferrocarril Subterráneo. Y allí, como otro género de Alicia, inició un viaje bajo tierra por el Sur esclavista, subiendo a la superficie y volviendo a bajar, y atravesando los espejos del miedo, las torturas y ese terror que cambia definitivamente a las personas para hacerlas diferentes.

Porque Colson Whitehad ha tomado algo existente en el Sur, el llamado Ferrocarril Subterráneo, y lo ha convertido, no en una palabra metafórica, sino en una realidad que sitúa bajo tierra. En otra realidad. Con este nombre se conoce a una red clandestina organizada en el siglo XIX en Estados Unidos y Canadá para ayudar a los esclavos afroamericanos que escapaban de las plantaciones del Sur hacia diferentes estados de todo el país donde estaba abolida la esclavitud o tomaban destino a Canadá. Se le dio el nombre de Ferrocarril Subterráneo porque sus miembros utilizaban términos ferroviarios de modo metafórico para referirse a sus actividades, era una manera de hablar en clave. Así, los conductores o maquinistas fueron quienes ayudaban a los esclavos fugitivos en los propios estados esclavistas sureños. Los fugitivos eran los pasajeros. Las rutas de escape se llamaban carriles. La jefatura era la Estación Central y los estados del norte o Canadá el ansiado destino. Whitehead imagina en esta brillante e interesante obra un país subterráneo en los mismos estados del Sur cruzado por trenes y estaciones subterráneas, con salidas que eran las casas de los activistas abolicionistas y una suerte de entramado formado por escaleras secretas que conducían al tren.

quemados con aceite

Al lector le sorprenderá la descripción tan absolutamente cruda y realista de las plantaciones de esclavos, con torturas y un trato más propio de animales a los esclavos. De esta manera, a uno que huye y es atrapado lo queman tras rociarle con aceite, meterle el sexo cortado en la boca y coserle los labios.

La vida de Cora y de sus compañeros de los campos y de los amos está descrita con un naturalismo directo que contrasta con el lado imaginativo de los trenes subterráneos, y esta confrontación de dos mundos será otro de los aspectos que sorprenderán y seducirán al lector de la novela de Whitehead, en cuya lectura gusta sumergirse. Cora, en este viaje por las tierras del Sur, unas veces en ese tren y otras veces viviendo en ciudades y casas de abolicionistas, irá descubriendo el mundo, pero también la fuerza interior, heredada de su madre, otra fugitiva, que le lleva a la libertad. Otro factor curioso es el que el autor no consigue únicamente transmitir las sensaciones de Cora y de algunos de sus compañeros de periplo (asesinados por las turbas del Sur), sino que nos hace percibir la realidad interior de los dueños y, sobre todo, de un personaje melancólicamente malvado, un cazador de esclavos huidos, Ridgeway, obsesionado porque no pudo atrapar a la madre de Cora.

Los ideales, la realidad, las huellas en el espejo de «La cabaña del tío Tom», la unión entre crueldad y bondad, trazan el tapiz de este largo viaje hacia la noche de la tierra.