Berger, spinozeando
«Cuaderno de bento». John Berger. Alfaguara. 184 páginas, 17,50 euros. (9,99, e-book)
No hay libro menor de un autor mayor en conciencia y corresponsabilidad ética. Eso hallamos en estas páginas, amén de imaginación, juego, sensualidad o «impasse» taquipsíquico del humano moderno. Como un diapasón de tinta, la obra del londinense es una antorcha que ilumina los caminos de sombra. No somos pocos quienes admiramos su obra, entre otros motivos, porque es único en lo que hace. Incitar, hostigar, entretener, enseñar, inspirar y compadecerse de la problemática humana. Tiene sentido el título de este «Cuaderno de Bento», que alude a un rumor sobre la existencia de un libro de apuntes con dibujos de Spinoza, perdido, a quien Berger llama cariñosamente por el diminutivo de Benito en portugués. En este libro imagina el aspecto que podría haber tenido tal diario: un reflejo de cómo el arte puede situar la mirada. Añadiendo a sus dibujos la luz de las palabras de Spinoza, recupera el espíritu del pensador del XVII, considerado el padre de la Ilustración. Nada de su entorno le es ajeno al filósofo y ni al «revisitador» de esta Moleskine deliciosamente recreada: dibujos, relatos, pensamientos, bailes, bufones de Velázquez, diseños de ropa infantil... Todo lo que el hombre necesita para lidiar con la crudeza de su permanencia en la tierra. Lo que lo convierte en ser trascendente. Logra en estas páginas aquello que pocos consiguen: que ansiemos «robarle» una reflexión y «plagiarle» una máxima. Libre, como Spinoza, emula Berger en estas páginas la forma de construir una idea de ética liberada. Un libro donde se trazan los bosquejos de una ética del compromiso con la vida a pesar de su caducidad.