Literatura

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Bolaño se queda corto

Bolaño se queda corto
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Otro más. Otro inédito más que sale del prolífico archivo de Bolaño, el escritor chileno que murió en Barcelona en julio de 2003 y cuya figura, desde entonces, no para de crecer y de hacerse mítica gracias, entre otras razones, a la proliferación de textos póstumos que, poco a poco, van apareciendo como si surgieran de una caja inagotable de Pandora. Esta vez es el turno de «Sepulcros de vaqueros», un libro que reúne tres relatos breves y que corresponden a la última etapa del autor de «Los detectives salvajes», un período de tiempo que va desde 1993 hasta sus últimos días. Tres relatos que, si bien no están a la altura del resto de su obra (una obra inmensa que tiene su centro de gravitación, fundamentalmente, en las novelas «Estrella distante», «Los detectives salvajes» y en la póstuma «2666», como así también en sus tres volúmenes de cuentos), sirven para ver en perspectiva a un escritor que dio su vida por la literatura y que siguió escribiendo hasta el fin de sus días. Los textos del libro («Patria», «Sepulcros de vaqueros» y «Comedia de horror en Francia») se sumergen en una realidad que Bolaño supo explorar en sus otros libros, como la presencia constante del mal, las revoluciones (fallidas) de Latinoamérica, los movimientos de vanguardia, la poesía y, especialmente, ese oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, un verso del poema «El viaje» de Baudelaire y que le sirvió de guía a Bolaño durante sus últimos años de vida, hasta el punto que lo usó de epígrafe de «2666». Así, en «Patria», Bolaño sigue los pasos de un poeta llamado Rigoberto Belano, que lee un poema de Nicanor Parra mientras se produce el golpe de Estado de Pinochet. Un escenario, el latinoamericano, que también sirve de marco para el segundo relato, donde el detective salvaje Arturo Belano se dedica a robar libros en el D.F. de su juventud y presiente la llamada del mar en un personaje al que llama el gusano blanco.

Finalmente, en «Comedia de horror en Francia» se adentra en los estertores del movimiento surrealista de Breton y compañía y en un supuesto grupo clandestino que opera desde las alcantarillas de París. Tres relatos en los que Bolaño, como en el resto de sus libros, se asoma a la literatura con los ojos bien abiertos, como quien entra en un cuarto oscuro lleno de animales salvajes.