Crítica de libros

Buen oído

Buen oído
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Esto no es una novela. Tampoco es propiamente un ensayo. Es, como su título lo indica, una ofrenda musical, aunque no se trata de una cualquiera, sino de otra cosa bien diferente: de una invitación a pensar las relaciones entre la música y la literatura o, si se quiere, entre el orden cósmico y eso que se conoce como la música de las esferas: una melodía constante, permanente, que llega a oírse, incluso (o sobre todo) a través del silencio.

A partir de las famosas y bellas «Variaciones Golberg», esa obra que en el siglo XVIII el conde Keyserling le encargó a Johan Sebastian Bach para paliar el insomnio, el escritor argentino Luis Sagasti indaga con este libro en una serie de hechos que giran alrededor de la música, de la presencia de la ésta en la vida, y enhebra, como si se tratara de auténticas variaciones sobre un tema único, pequeñas narraciones que, en conjunto, conforman una serie de microrrelatos cuyos protagonistas pueden ser tanto Pete Townshend como el propio Bach, el pintor Jackson Pollock, el músico Olivier Messiaen o la mismísima Sherezade, personaje que funciona, en este caso, como metáfora de una narración infinita, sin punto ni final.

Así, el resultado es un libro que, al igual que sucediera con las citadas «Variaciones Goldberg» o «La ofrenda musical», otra obra de Bach, compuesta al final de sus días a petición de Federico el Grande, se propone como una variación que, llegado a un punto límite, no hace sino volver al lugar de partida para que todo –la música, el mundo, la vida misma–, vuelva a comenzar, pues la música, a veces, como dice el autor en un momento de este libro extraño y al tiempo completamente fascinante, se parece al pensamiento de una galaxia o, mejor, «a una narración donde no existen los malos. Y colorín colorado».