Literatura

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Carlos Salem: «El Rey Juan Carlos I fue muy importante para escribir mi libro»

Carlos Salem / Escritor. Publica «Cuando mi sombra te alcance», que incluye dos novelas que dan a conocer una imagen más cercana, si cabe, del Monarca al que conoció de cerca gracias a su trabajo como fotógrafo corresponsal

Carlos Salem / Escritor
Carlos Salem / Escritorlarazon

Publica «Cuando mi sombra te alcance», que incluye dos novelas que dan a conocer una imagen más cercana, si cabe, del Monarca al que conoció de cerca gracias a su trabajo como fotógrafo corresponsal

Carlos Salem y su bandana negra se ven de lejos. Es un hombre peculiar. Su físico, el pañuelo en la cabeza, su voz profunda, algo quebrada quizá por la noche o la noctambulidad... Sin conocerlo, a nadie le extrañaría saber que es un autor de novela negra. Y lo es, además de un poeta desgarrado y de un cuentista liberador. Un escritor, en definitiva, poliédrico, con una capacidad infinita para narrar y dejar el alma presa de las emociones descritas. Ahora anda con su último juguete, una magnífica edición de «Cuando mi sombra te alcance» (Navona ficciones), que contiene dos novelas: «Pero sigo siendo el rey» y la del mismo título que lleva la propia edición. Dos historias delirantes y fabulosas con un detective protagonista, Chema Arregui, y un ayudante de excepción, ni más ni menos que el Rey, ahora emérito, Juan Carlos I. «Arregui nació en otra novela mía, “Matar y guardar la ropa”–cuenta Salem– y entonces era policía, pero como con el tiempo se iba a convertir en detective, y uno privado en España si no va con temas de cuernos y demás no puede vivir, y desde luego no quería que trabajara para las grandes empresas porque tiene principios, se me ocurrió que fuera un policía muy peculiar que, cinco días antes de dejar de serlo, salvara la vida del Rey, casi por casualidad, y que fuera el propio Monarca quien hiciera correr la voz para que muchos comercios fueran a contratar sus servicios y a hacerle la pelota».

- Chistes malos

La dicotomía del asunto estriba en que el personaje creado por el autor no es monárquico y, además, es vasco. Tal vez por eso, en principio, según dice él mismo, no pensó en este «ayudante», sino en otro personaje septuagenario inventado. Pero resulta que de sus tiempos de fotógrafo corresponsal de diarios de provincias tenía recuerdos de la Casa Real y del Soberano que le resultaron muy útiles para el relato: «Don Juan Carlos se colaba entre los fotógrafos, se agachaba y empezaba a contarnos chistes malos o nos decía: “¡Qué mierda de jamón nos han puesto!”, y venía con dos platos más. Y todo eso me sirvió para construir el personaje que acabó convirtiéndose en algo muy importante en el libro, más por el propio carácter del mismo que por el cargo que ocupaba». La imagen del Rey en este ejemplar es más cercana, si cabe, a la que todos tenemos. Surrealista, sí, pero tan tierna que le digo al escritor que le ha hecho un favor al Monarca. ¡No me extraña que le diera una medalla de salvación a su detective, con un número al que puede llamar si necesita ayuda, en premio por salvarle la vida! «Arregui nunca quiere llamar porque en realidad el tipo no espera nada de nadie, pero cuando el monarca desaparece, los mafiosos, que saben lo de la medalla, acuden a él porque creen que es su amigo». Los mafiosos, los ministros, todos, sin excepción, quieren encontrarle. Pero quien lo localiza desatendiendo a los encargos y solo como algo personal es, precisamente, ese detective que tiene de mascota a una hormiga y que, cuando lo encuentre, iniciará con el Soberano un viaje por una España que muchos ni imaginan que pueda existir de verdad.

«Trabajé bastante tiempo como periodista en Murcia y en varias provincias de España. De golpe veía una autovía flamante y a 200 metros un pueblo por el que tiempo no había pasado y donde la Guerra Civil seguía existiendo, había familias peleadas...Todo eso aparece en la primera parte de la obra, que transcurre en 2009 y son reflexiones, digamos, de los primeros y últimos años del siglo pasado, donde se apreciaba la modernidad de antenas parabólicas, pero también gente situada en el otro extremo. Y yo me invento un sitio donde hay que cruzar un río para volver a Madrid o a lo que sea. Cada persona dice que es un lugar distinto, en donde hay marcas de tabaco anteriores a la muerte de Franco. Todo es anacrónico porque así es esa parte, un poco simbólica, y es que me apetecía que saliera esa cara de España». Una en la que también tienecabida un adivino que ve el pasado; un director de orquesta que busca una melodía que se le escapó, y por el mismo lugar van huyendo de los maloes el detective y el Rey sin encontrar el lugar por el que cruzar el río hasta el final.

- Sentido del humor

Un hombre entrañable cargado de sentido del humor, capaz de heroicidades latentes en las dos partes de la novela por personalidad y para combatir el aburrimiento. «Cuando escribí la primera, la gente me decía: “Llévalo de putas”, y yo contestaba: “Escribe tú tu novela”. Lo que yo buscaba y perseguía era convertir en personaje a esta figura que conocí de manera superficial, pero del que sí sé cuál es su tono de voz cuando cuenta un chiste... No entro, pues, en la figura política, aunque en aquel momento en las encuestas Don Juan Carlos siempre salía entre las personalidades más simpáticas. Cuando empezó la crisis nos enfadamos con él y nos pareció un gasto inútil. Ahora caza elefantes porque tiene peor la vista, antes cazaba perdices en la época de Franco y la gente se daba de bofetadas por irse a cazar con él».

Le aconsejo que se ande con ojo con lo que expresa porque si en la obra le calza una torta al detective, igual si se pasa, a él le toca otra. «Lo que quiero decir es que ha habido un cambio de consideración de la gente hacia la Casa Real y el Monarca, pero no hablo de una cuestión política. La crisis ha provocado inevitablemente que nos llegue a fastidiar todo. Queremos que los políticos no tengan coche oficial, que vayan de rodillas a trabajar, nos pasamos de rosca y luego quedan libres los que quedan libres, ¿no? Creo que a veces es una válvula de escape. Por eso, al escribir la segunda parte, dije: “Pues ahora vuelvo con el Rey Emérito, que, aunque nunca fue el gancho principal de la novela, mucha gente entró por ahí”».

Personal e intransferible

Nació en Buenos Aires en 1958. Su estado civil es «feliz». Tiene dos hijos y se siente orgulloso «de que me quiera la buena gente que me quiere». Le hace reír la inteligencia y llorar, la estupidez. A una isla desierta se llevaría «a mi chica y un millón de libros para leer o escribirlos». Le gusta «un buen asado argentino y el bourbon». Su manía es «que lean sobre mi hombro mientras escribo». Su vicio es escribir y «follamar». Su sueño recurrente es que «en ocasiones veo novelas». De mayor le gustaría ser viandante y, si volviera a nacer, «piloto de avión, corresponsal de guerra o, tal vez, el mismo tipo, aunque habría dejado de fumar diez años antes».