Colombia, entre libros y balas
Un tema que es, a la vez, todos los temas, parece ser la obsesión principal de la obra de Juan Gabriel Vásquez. Un tema llamado Colombia y que, en buena medida, resume todo lo que, desde hace cuatro novelas, el autor colombiano se ha propuesto contar: la violencia, la venganza, la historia personal y colectiva de un país y de un escritor, él mismo, que ha crecido entre los libros y las balas pero que ha escrito, sin embargo, gran parte de su obra lejos: en Europa, básicamente donde el propio Vásquez vivió quince años. Quinta y ambiciosa novela de este escritor que ha recibido la bendición de glorias de las letras latinoamericanas como Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, «La forma de las ruinas» excava en la memoria secular de Colombia para poner la lupa sobre dos crímenes capitales: el de Rafael Uribe Uribe, periodista, abogado y diplomático asesinado en 1914, y el de Jorge Eliécer Gaitán, cuya muerte a balazos en 1948 desencadenó las revueltas conocidas como el Bogotazo.
Tal como lo hiciera con «Los informantes» y con la perfecta «El ruido de las cosas al caer», también en esta novela Vásquez escoge como material narrativo algunos de los acontecimientos más importantes de su país, pero sin la pretensión de hacer con ellos una investigación o una novela histórica al uso. Su intención, como escritor, en todo caso es otra, pues Vásquez, con los recursos que le brinda la ficción y el oficio de novelista, intenta rastrear los restos de un pasado violento e inmemorial que no cesa de escribirse más allá de su impunidad.
Novela de variados recorridos que entremezcla los secretos públicos con las confesiones de Estado es un viaje apasionante de intrigas y conspiraciones, un paseo por los motores incandescentes que mueven el mundo de las personas y de los países. Y también un periplo extraordinario por la forma misma de la novela, pues se trata de una arquitectura compuesta de restos y de materiales diversos como la autobiografía, el ensayo, la reflexión política, la trama histórica, además de imágenes, fotografías y documentos. Todo sostenido, a su vez, por una voz muy cercana y muy personal, la del propio Vásquez, que no duda en utilizar fragmentos de su vida privada como material de ficción, lo cual hace que «La forma de las ruinas» resulte una novela intensa y emocional, una obra que se interroga por el lugar que ocupan las historias en la incesante trama del tiempo.