Como fruta amarga
La autora lo afirma claramente: «Para mí, la escritura es un juego en el que me siento y escribo lo que me pasa por la cabeza». Es decir ,que el lector ya sabe las dos coordenadas en las que se va a mover la escritura de Sanmao, pseudónimo de Chen Ping, nacida en la China continental, pero después ciudadana de Taiwán: sensaciones e imaginación donde la realidad se amalgama con la ficción. Y así, tanto en su anterior obra, «Diarios del Sáhara», como en esta recién editada en castellano la autora traza un esquema general histórico y geográfico, y allí ella recrea unas emocionales historias donde los objetos (en el relato «Mi sueño: reciclar basuras») se vuelven tan mágicos como personajes humanos que se irán cruzando en su camino (fascinantes las historias de Chris o Mori), pero siempre con un pasional hilo rojo a través de una mirada espiritual.
Sanmao vivió en el Sáhara con su marido español, José María Quero, y posteriormente tuvo una casa en el barrio La Playa del Hombre, en la ciudad de Teide, en Gran Canaria. En un accidente marítimo murió su esposo, lo que hizo que unos años más tarde terminara volviendo como profesora a Taiwán, donde falleció en 1991.
De hecho, el lector observará que en sus primeros textos hay como una mirada de niña que disfruta del mar, de su pareja, y que todo lo que cuenta se inunda de alegría, pero a medida que pasa el tiempo las cosas y las personas se van empañando de una inevitable tristeza. Y así, el lector se siente como quien come una fruta de vivos colores pero que después se va volviendo ácida, y desagradable, como si la enseñanza final del libro resultara ser lo amargo del vivir, por mucho que nos quede el recuerdo de tiempos llenos de luz, como en el conocido poema de la primavera en las flores. Quizá el lector al adentrarse en estas páginas piense y recuerde por un momento a otro viajero por el mundo y que de alguna manera parece paralelo a la escritura de esta autora, el inglés Bruce Charles Chatwin.