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Contra el ocultamiento y la manipulación histórica

Lucas Molina y Rafael Permuy firman un notable ensayo sobre cuál fue la aportación internacional del armamento más importante que recibieron cada uno de los contendientes que se enfrentaron en España durante la Guerra Civil

El crucero de la Armada española «Canarias», que salió de El Ferrol en otoño de 1936
El crucero de la Armada española «Canarias», que salió de El Ferrol en otoño de 1936larazon

Lucas Molina y Rafael Permuy firman un notable ensayo sobre cuál fue la aportación internacional del armamento más importante que recibieron cada uno de los contendientes que se enfrentaron en España durante la Guerra Civil

En el panorama bibliográfico español dedicado a la guerra civil se publican, muy de vez en cuando, obras como la que hoy reseñamos. Contra el fraude camuflado como cultura, contra las medias verdades, contra la metodología orientada por la ideología, contra el mito, la propaganda y la polémica estéril vendidos como historia, y contra la mala praxis científica, Lucas Molina y Rafael Permuy nos ofrecen una lección historiográfica. Les avala una importante trayectoria como investigadores. Sin perjuicio del carácter necesariamente tedioso que exige un estudio como el que han afrontado, de su mano podemos conocer, con claridad meridiana –lejos del lenguaje alambicado y elucubrador de otros–, cuál fue la aportación internacional del armamento más importante que recibieron cada uno de los contendientes que se enfrentaron en España hace 80 años, elemento capital para entender, junto a varios factores más, el resultado del conflicto.

-Paciencia de orfebres

Con paciencia de orfebres, tras investigar, revisar y depurar la información documental existente, proponen un veredicto riguroso sobre este tema. Sin entrar a detallar las habilidades diplomáticas y la capacidad para obtener recursos en el ámbito internacional de ambos bandos en liza, sobre lo cual se podría hablar mucho, los autores van a los hechos concretos, al material militar que, real y efectivamente, pudieron acopiar los dos ejércitos mediante su importación pura y dura o su fabricación con tecnología extranjera. La elegancia con la que trabajan ambos autores contrasta con la pasión y la rudeza que marcan, habitualmente, las obras de Ángel Viñas –autor con el que polemizan Molina y Permuy–, quien suele dedicar sus duras invectivas a los que discrepan o mantienen puntos de vista diferentes a los suyos. A nivel mediático, salta a la vista la dificultad con la que se encuentra cualquiera que pretenda hacer una crítica al planteamiento general de Viñas, quien, tras la estela de Tuñón de Lara, Tusell o el propio Ricardo de la Cierva, ha entrado por méritos propios en la categoría de «Guardián de Historia», utilizando la terminología del historiador Pedro González Cuevas.

Cuando surge un libro como el que estamos reseñando, su lectura enciende todas las alarmas sobre la cualificación historiográfica de Viñas. En el campo que nos ocupa, su tesis es que los sublevados tuvieron a su favor, inicialmente, un «acusado desequilibrio» en los suministros de armas, lo que explicaría, en gran medida, el resultado final de la contienda, que, según él, habría sido prolongada por voluntad de Franco para asegurar su propia posición política y destruir totalmente al enemigo. Sin embargo, en este terreno de la importación de armamento en la Guerra Civil, Molina y Permuy ponen al descubierto el burdo y torticero manejo que hace Viñas de los documentos de la época. Para que su tesis triunfe, en la mejor tradición de la argumentación erística, no duda en ocultar datos, tener en cuenta solamente algunas partidas o minusvalorar el alcance bélico de ciertas armas.

Molina y Permuy, discrepando de Viñas, llegan a la conclusión razonada y cuantificada de que el bando franquista en el primer y decisivo año de guerra no tuvo una ventaja cuantitativa ni cualitativa respecto a su oponente gubernamental, en las armas que obtuvo en el extranjero. Lo que marcó la diferencia fue el mejor empleo del material y del personal en el campo de batalla. Para llegar a dicha conclusión, que deja en evidencia a Viñas, han relacionado, con rigor aritmético inigualable, por períodos y por países de procedencia, cada partida de armas: piezas de artillería, aviones y blindados que importó, por una u otra vía, cada contendiente así como los que se fabricaron en ambas zonas con tecnología foránea. En su trabajo son de valorar dos elementos: la ausencia de especulaciones o afirmaciones gratuitas y el extraordinario conocimiento de ambos autores sobre las cualidades del material de guerra importado exponiendo su potencialidad en el campo de batalla, algo clave para entender el desarrollo del conflicto.

Viñas, que es muy dado a plantear preguntas sin respuesta, a conjeturar y a lanzar acusaciones a diestro y siniestro –más ideológicas que reales–, se enfrenta a un estudio demoledor. Con su relato aplastante y convincente de principio a fin, los autores dejan al descubierto algunas de las muchas manipulaciones del catedrático emérito. Viñas, que hace gala de no rehuir las polémicas –sobre todo cuando es él quien aplasta a su interlocutor–, debería estar a la altura. Por una cuestión de higiene histórica no puede mantenerse en silencio. Pero tampoco puede replicar con subterfugios o mensajeros, mediante un simple artículo o utilizando calificaciones –habitualmente descalificaciones– personalistas, zafias o poco científicas.

- Con fundamento

Este libro se une a lo ya puesto de manifiesto por otros historiadores como Moisés Domínguez en relación con la muerte del general Balmes, o por Pedro González Cuevas, quien ha criticado la agresividad y el sectarismo historiográfico de Viñas. Incluso el catedrático norteamericano Michael Seidman, en su recensión al libro «Las armas y el oro...» afirma que Viñas «se prodiga en sus críticas a los historiadores que discrepan de sus métodos y sus descubrimientos. (...) Ataca a aquellos que disienten de sus posturas valiéndose de un sarcasmo que linda en el insulto personal...».

Mientras Viñas no responda con fundamento, y de manera adecuada –sin insultos o descalificaciones personales–, a lo expuesto en este libro, el crédito de su obra queda en entredicho. Si en un asunto capital como el de la aportación de armamento foráneo en la Guerra Civil española, Viñas utiliza a su antojo las fuentes documentales para afianzar sus teorías abandonistas a la República, ¿no hará lo mismo en otros pasajes históricos?; ¿no habrá caído en lo que él tanto critica de otros colegas: el ocultamiento y manipulación de la información histórica?

«Importación de armas en la Guerra Civil»

L. Molina y R. Permuy

GALLAND BOOKS

144 págs., 29 euros.