Corta Soledad
Una de las mejores modalidades del realismo narrativo clásico estriba en el desarrollo de un particular intimismo psicológico, en la prospección de las recónditas motivaciones de los personajes y sus vicisitudes. Nombres como Martín Gaite, Jesús Fernández Santos o Josefina R. Aldecoa representan esa voluntad introspectiva que pretende iluminar escondidos resortes de la conducta social. En la siguiente generación, quizá sea Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947) quien mejor evidencia esta estética de sutiles matices, callados detalles y clamorosos silencios. A sus ya reconocidas novelas cabe añadir una dilatada dedicación al relato breve que, ahora, con «El fin», cobra un renovado impulso en esta lograda pretensión de ahondar en las entrañas y vericuetos de la condición humana. El cuento que da título al libro, en el que una incidencia automovilística conciencia a una pareja de ancianos del final de su mundo conocido, nos pone sobre la pista de los temas que vertebran estas narraciones: la complementariedad entre el amor y el desamor, el poder transgresor de las obsesiones sentimentales, la problemática concreción de la identidad, el decisivo protagonismo del azar de las expectativas vitales. Esta cuentística presenta, en su naturalidad expresiva, un estilo decantado, de cuidada elaboración formal y fascinante temática cotidiana, basada en las contradicciones de la realidad, el poder de los sentimientos y las ironías de la vida.