Cossío, el hombre que modernizó por carta La España de Ortega
El epistolario de Manuel B. Cossío, que ahora se edita, plasma una época apasionante de la historia de un país que comenzaba a ser consciente de que el cambio debía darse en el nivel cultural de la población y no desde la política
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El género epistolar ha desaparecido de nuestra vida fagocitado por las nuevas tecnologías. Sin embargo, hasta hace poco, las cartas eran la única manera de intercambiar vivencias, pensamientos o proyectos en la distancia. Algunas son valiosos documentos donde ha quedado reflejado el universo personal e intelectual de un autor y de una época. «Manuel B. Cossío a través de su correspondencia 1879-1934» (Fundación Francisco Giner de los Ríos/Residencia de Estudiantes), de Ana María Arias de Cossío y Covadonga López Alonso, es un epistolario que reúne quinientas de las cartas que Cossío (1857-1935) intercambió con los principales intelectuales, creadores y políticos de su tiempo, la mayoría hasta ahora inéditas.
Cossío fue un pedagogo e historiador del arte en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), fundada por Francisco Giner de los Ríos en 1876. Figura de la que fue ahijado y alumno favorito, además de compañero inseparable y sucesor. Las cartas que ahora se editan constituyen un valioso testimonio de una etapa fundamental de la historia de España. Permiten entender el tejido social de una época que cifró la renovación del país en la transformación del sistema educativo y en la evolución de la cultura. El libro consta de un apunte biográfico, un estudio del epistolario y el epistolario en sí organizado en tres apartados: las cartas con Giner de los Ríos, la correspondencia con su mujer, Carmen López-Cortón, y un tercero que muestra las relaciones que el discípulo predilecto de Giner mantenía con escritores o pensadores como Emilia Pardo Bazán, Juan Ramón Jiménez, Azorín, Ortega y Gasset y Unamuno; con historiadores como Menéndez Pidal y Américo Castro; con políticos como Moret, Salmerón y Besteiro; y otros muchos intelectuales.
Tras el Sexenio Democrático, la restauración de la monarquía abrió un periodo de cambios con la alternancia ordenada en el poder de los partidos liberal y conservador. En el apartado cultural, «intelectuales como como Julián Sanz del Río, Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío fueron conscientes de la imperiosa necesidad de modernizar el país, ya atrasado frente a Europa. Con ese objetivo se creo la Institución Libre de enseñanza», afirma Ana María Arias de Cossío, profesora de Historia del Arte y coautora de este libro con orígenes en sus vínculos familiares.
- Intelectuales de talla
«Soy descendiente de Manuel B. Cossío, mi bisabuelo. Su hija Natalia me dio esas cartas y, además, un manuscrito sobre la pintura española. Busqué ayuda en mi compañera Covadonga López Alonso, especialista en el género epistolar, y comenzamos el trabajo, conscientes de que las cartas ya son historia. A través de su transcripción vimos claramente el entramado de relaciones en que se ubicaba su vida y los objetivos de una serie de intelectuales de talla entregados a la educación. De ellas omitimos los fragmentos más íntimos por deseo familiar y conservamos los errores ortográficos, ya que Giner recomendaba expresarse en el idioma del país donde estuviera. El detalle del día a día es tal que casi se convierten en un diario».
La base ideológica de Giner y Cossío está en el krausismo: «Su introductor, Sanz del Río –que formó a la generación anterior: Giner, Leopoldo Alas, Azcárate...–, lo españolizó dándole unas características propias. Defendía la razón, la ciencia y una ética laica frente al dogmatismo conservador imperante del viejo régimen. Más que una corriente filosófica, formó una familia espiritual que puso en práctica estas ideas renovadoras. El krausismo español fue más una forma de vivir que una filosofía», afirma la profesora.
«Estos tres eslabones generacionales se propusieron reformar el país a través de la educación y su principal instrumento fue la ILE. Su creación no fue un movimiento de aspiraciones pasajeras, fue una entrega total al objetivo de regeneración en un momento de ignorancia y atraso con el fin de recuperar el tejido ético y cultural del país, que en poco tiempo alcanzó una dimensión internacional importantísima, como demostró el espaldarazo que recibió Cossío en el congreso de Bruselas, donde llevó sus propuestas».
Giner tuvo en Cossío un colaborador entregado a la institución, a la que aportó aspectos importantes de la reforma educativa y nuevos métodos de estudio de la historia del arte. A estas dos grandes pasiones dedicó su vida, educación y arte, sobre todo la pintura. Aconsejado por Giner, marchó al colegio de San Clemente de los españoles de Bolonia para seguir formándose. Las cartas remitidas desde Italia descubren, ya desde muy joven –22 años–, su preocupación por estos temas.
«Con él –afirma Arias de Cossío– la educación adquiere la calidad de obra de arte. Sus propuestas lo convierten en un innovador adelantado a su tiempo. Se propuso enseñar deleitando, sin imposiciones, tratando a los niños como si fueran mayores. Inventó el sistema de excursiones para materias como la historia, el arte o las ciencias con el fin de entrar en contacto con la realidad que estudian: visitas a fábricas, museos, bibliotecas, monumentos... Una enseñanza basada en el conocimiento directo de las cosas. Pensaba que el método era monótono y había que hacerlo más dinámico y entretenido. Introduce el trabajo en equipo, que ha de hacerse desde la ética y la responsabilidad y no desde la competitividad, acogiendo a los más torpes sin que se sientan retrasados. Frente a la religión, propone una escuela laica. Piensa que la fe es algo íntimo y personal que hay que abordar desde otros ámbitos. Por otro lado, solicitó al gobierno la creación de un Museo de Educación para mejora de la enseñanza y orientación de los maestros. Desde él, y ya como director, realizó propuestas al ministerio de Instrucción Pública, del que fue consejero: aumentar las disciplinas en primaria, diferenciar la educación rural de la urbana, mantener las escuelas de Magisterio y, sobre todo, aboga por la mejora económica de los maestros y por equiparar los sueldos de las maestras». cuentan.
Su compromiso tuvo, además, lo que Arias de Cossío llama «derivaciones pedagógicas», como su «participación en la escuela de Criminología donde apuesta por la prevención y por crear un establecimiento correccional intermedio entre la escuela y la cárcel, su presencia en las escuelas de la Fundación Sierra-Pambley de León y su proyecto de Misiones Pedagógicas».
- Arte en general
«El otro eje de sus inquietudes intelectuales gira en torno a la pintura y el arte en general –afirma la autora–, como muestra su monografía sobre El Greco, la más importante de la historiografía contemporánea y considerada como un modelo metodológico en la utilización de las fuentes y en la manera de analizar su obra».
A la muerte Giner de los Ríos en 1915, Cossío acepta dirigir la Institución consciente de ser la única persona que puede seguir su obra. «Su hondo sentido humano y su gran saber histórico –concluye Arias de Cossío– le hizo comprender que las mejoras del país no podían venir sólo por reformas legislativas o discursos políticos, sino por la paulatina elevación cultural y humana de todos los españoles».
Misiones pedagógicas
Con la llegada de la República, Cossío aceptó su candidatura a las Cortes. No llegó a tomar posesión de su escaño, pero ejerció gran influencia sobre los políticos republicanos. Muchas de sus propuestas educativas se pusieron en marcha en este periodo, entre ellas, la creación del Patronato de las Misiones Pedagógicas. La idea del maestro misionero fue para él la culminación de una vida dedicada a la educación. Fueron creadas en beneficio de los pueblos más apartados fruto de su preocupación por la escuela rural y los alumnos con menos posibilidades. En su opinión, a ellas debían de ir los mejores maestros, los mejor formados. Distribuyeron bibliotecas –más de cinco mil–, artistas jóvenes copiaron los mejores cuadros de El Prado para darlos a conocer en exposiciones itinerantes, proyectaron películas y, por sugerencia de Antonio Machado y Pedro Salinas, también llevaron el Teatro del Pueblo para representar y dar a conocer pequeñas obras del teatro clásico español –Rueda, Lope, Cervantes...– y un guiñol, el «Retablo de Fantoches». La idea que las define, según texto de Cossío en la primera memoria del Patronato, es que «la función esencial de las Misiones era de índole espiritual».
Crónicas en directo
Las cartas a Giner de los Ríos forman el primer grupo del epistolario. En su análisis, Covadonga López Alonso observa que «casi son crónicas en directo de lo que ve, piensa y siente. Reflexiones filosóficas, didácticas, morales, personales... Las convergencias pedagógicas, ideológicas y culturales funcionan como núcleo referencial compartido. La relación personal entre ellos es muy especial, entrañable y profunda, como indican las formas de tratamiento paterno-filial de Cossío con su maestro. Esta relación epistolar está presente en todos los momentos de su vida. El estudio del contexto de las cartas dirigidas a Giner muestra cuáles son las premisas históricas, sociales, culturales e ideológicas en las que se construye su relación».