De Primo de Rivera a la Polinesia
Autora de siete novelas, dos recopilaciones de prosa de viajes, dos volúmenes de memorias y diversos libros de relatos breves, Bertrana formó parte en los años veinte de una de las primeras bandas de jazz integrada por mujeres en Europa y fundó el Lyceum Club Barcelona. Participó en el Club Femení i d’Esports y, en 1933, fue candidata por ERC al Congreso de los Diputados en las primeras elecciones en que podían votar las mujeres. Estudió violonchelo y, bajo la protección de la escritora feminista Carme Karr, viajó primero a Barcelona y luego a Ginebra para perfeccionar los conocimientos. Tal fue su talento musical que, entre otros, formaría un trío de «jazzwomen» que actúa en hoteles y salas de fiesta. En Suiza escribiría los primeros textos que publicó en 1924 en «La Voz de Cataluña». Aunque su padre –el escritor Prudenci Bertrata– no quería que se dedicara a la literatura, no pudo impedir que lo hiciera e incluso terminaría firmando algún título con ella.
«Paraísos oceánicos» fue el primer libro de viajes que publicó y fue recibido con cierto desdén por parte de la crítica, que la acusó de ser una discípula de Rousseau «con una irónica piedad hacia aquellas teorías de retorno a la naturaleza». Lo cierto es que la autora vivió en Papeete, entre 1926 y 1929, y desde la capital polinesia envió crónicas que los lectores de los rotativos catalanes devoraban a medio camino entre el escándalo y la fascinación. Aquellos reportajes se compilarían en el volumen que hoy reedita :Rata_.
«La edición se agotó en quince días –dejó escrito en sus memorias–, aunque el ejemplar se vendía a quince pesetas. La obra fue no solo un gran éxito de ventas, sino un gran éxito literario». Una verdadera conmoción, debido en parte a que Occidente se sentía atraído por todo lo exótico, pero también porque su pluma era completamente libre y fuerte. Tanto es así que no dudó en elogiar la igualdad entre sexos de los polinesios a la hora de abordar las tareas domésticas o en analizar temas tabúes como la poligamia, el incesto o el canibalismo, verdaderos anatemas en la época. Una obra totalmente revolucionaria para una época de dictadura –la de Primo de Rivera– que la castigó con el olvido. Felicidades a :Rata_ por rescatarla del sueño de los justos.