Crítica de libros

Desvaríos muy lúcidos

Desvaríos muy lúcidos
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La narrativa de Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960), también reconocido poeta y ensayista, se enmarca en un realismo paródico, imaginativo y mixtificador que no esconde una punzante crítica social, denunciando contradicciones y prejuicios de nuestro tiempo con un inteligente y socarrón humor. Obras como «El pensamiento de los monstruos» (2002), «Mercado de espejismos» (2007) o «El azar y viceversa» (2016) avalan una trayectoria de transgresora originalidad e idiosincrático estilo. Ya en 1998 aparecía «El novio del mundo», la novela que ahora acertadamente se reedita con un esclarecedor epílogo del autor, reafirmando la plena vigencia de esta extensa historia de lúcidos despropósitos, hilarantes malentendidos y estrambóticas situaciones.

Walter Arias es aquí un singular sujeto capaz de acostarse en un hotel de Ámsterdam y despertarse en Melilla disfrazado de mujer sin el menor atisbo de desconcierto y con la tranquila naturalidad de quien vive en una fantasiosa metarrealidad impostada, en un mundo esperpéntico e irracional. Este protagonista, que tanto recuerda al legendario Ignatius Reilly de «La conjura de los necios», la icónica novela de John Kennedy Toole, o a los atrabiliarios personajes de Eduardo Mendoza, cuestiona con sus extravagancias las biempensantes mentalidades sociales, los esnobismos de la modernidad y los más diversos tópicos culturales. Entre disparatadas digresiones discursivas y jocosos equívocos absurdos, este antihéroe se hace entrañable al lector, convirtiéndole en cómplice de unas quijotescas andanzas repletas de ternura, bonhomía y sensibilidad.

Con un ritmo torrencial y absorbente se suceden sin tregua las peripecias de este lunático filósofo adicto a la excentricidad y partidario de un desenfadado vitalismo visceral, definido así por su propio creador: «Se trataba de construir un personaje a través de un pensamiento anómalo y a partir de un enfoque que oscilase entre la lucidez y el disparate, entre el razonamiento y el desvarío» (pág. 609). Objetivo plenamente logrado en su ataque a lo políticamente correcto, a la adocenada narratividad, la atonía del realismo convencional y el argumentario costumbrista. Feliz recuperación de una ya excelente novela de culto.