Crítica de libros

Dos tarados en los materialistas años 80

Dos tarados en los materialistas años 80
Dos tarados en los materialistas años 80larazon

Las historias se repiten, aunque lo importante es cómo se cuenten. Ante la incapacidad de la novela policiaca posmoderna de romper el bucle del «noir», nada mejor que los aires refrescantes que trae laobra de Joe R. Landsdale, «Una temporada salvaje». Resuenan en ella los ecos de las novelas de Dortmunder y su pandilla de patosos ladrones del genial Donald Westlake –se le echa tanto en falta–. Landsdale le añade una mirada nostálgica a los 60 y el crítico resquemor por los 80, cuando las ilusiones de la contracultura hippie dieron paso al desencanto y la resignación.

Qué mejor para conmemorar la efeméride de mayo del 68 que el debut de Hap y Leonard en «Una temporada salvaje», publicada en 1990. Hoy, su serie televisiva puede verse en el canal Sundance, lamentando no haberse leído antes sus novelas en español. «Una temporada salvaje» es un buen comienzo como introducción a este «telemovie» de colegas sin chispa. Hap y Leonard son opuestos, aunque complementarios, como corresponde al subgénero de colegas. Leonard es negro, gay, deslenguado y muy escatológico. Ha luchado en Vietnam y odia las convenciones progres. Hap es su contratipo: blanco, idealista, hetero, y estuvo en la cárcel por defender el pacifismo hippie en los 60. Un cínico frente a un chorra en los materialistas años 80: dos perdedores que creen que los fabulosos 60 son como los 80 pero con camisas teñidas.

Larguísimas piernas

A pesar de las apariencias, Hap es impulsivo y totalmente irreflexivo cuando se cruza en su camino una mujer de piernas larguísimas, mientras que Leonard se muestra como un sarcástico cascarrabias: «No me sorprendía que no tuviera amantes –dice Hap–. ¿A quién le apetece despertarse cada mañana con Groucho Marx?». Definidos los protagonistas, que Joe R. Lansdale borda con precisos diálogos, y la narración subjetiva de Hap, la aventura se va complicando con los acontecimientos más triviales, como en las películas de los Coen. Un mujer sexy con ideales revolucionarios hippies; un grupúsculo que trata de rehacer el grupo terrorista «Los hombres del tiempo»; y unos gángsteres tan atrabiliarios como la pandilla de perdedores que juega con el peligro sin percatarse de sus consecuencias fatales.

El tono desenfadado de la novela, con la añoranza de Donald Westlake y «Rufufú» (1958), presagia que la búsqueda de un tesoro acabe peor que en «El quinteto de la muerte» (1955). Sobre todo, cuando se mezclan los deseos de cambiar el mundo de unos tarados idealistas con la distancia crítica de los dos protagonistas, que viven colgados en los 80, tras haber comprobado que ni la guerra del Vietnam ni el pacifismo eran algo más que poses de un izquierdismo juvenil estúpido. Hay que celebrar que se traduzca la serie de «Hap y Leonard». El aperitivo es magnífico y presagia algo más que la adaptación televisiva. Una trama ingeniosa. Sentido del humor que engancha. Personajes friquis con voz propia. Y una aventura rocambolesca con retranca en la mejor tradición de la novela de ladrones.