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El día que Kurt Cobain conoció a Burroughs

El encuentro de dos genios con estilos diferentes. Servando Rocha publica «Nada es verdad, todo está permitido», un libro donde se adentra en la misteriosa relación entre el novelista y el cantante, que este año cumplen, respectivamente, el centenario de su nacimiento y el veinte aniversario de su muerte

TESTIMONIO. Una de las escasas instantáneas que se conservan de aquel encuentro
TESTIMONIO. Una de las escasas instantáneas que se conservan de aquel encuentrolarazon

Servando Rocha publica «Nada es verdad, todo está permitido», un libro donde se adentra en la misteriosa relación entre el novelista y el cantante.

El cinco de abril, sobre las 11:30 de la mañana, según el estudio forense, Kurt Cobain se suicidaba en su casa de Seattle y dejaba huérfanas a esa legión de seguidores que le idolatraban desde que «Smells Like Teen Spirit», el primer corte de su segundo álbum, «Nevermind», se había convertido en un himno para cientos de adolescentes desorientados. Su repentina ausencia llenó los bares de apenados «grunges», que le dedicaron una noche de luto y copas, y contribuyó a que cientos de «barman» pudieran pagar la factura de la luz a final de mes. El Club de los 27 incorporaba un nuevo «héroe» a su triste nómina y el rock despedía a otro dramático mito que pasaba por los escenarios con la vertiginosa velocidad de un cometa. Después del funeral aumentó el brillo de su leyenda y los rumores inevitables, las sospechas que rodean habitualmente la desaparición de un ídolo de la música o el cine.

Entonces nadie reparó en las posesiones que el cantante dejó arrumbadas en aquel domicilio, salvo la escopeta que empleó para dispararse en la cabeza y que conservó a su lado como delicado «souvenir» para la Policía. «Al morir sus fondos pasaron a un almacén que se encuentra ahora bajo seguridad. Estaba formado por cuadernos, libretas... Él era un ávido coleccionista de muñecas, fetiches, publicidades, discos. Todo este material está custodiado, pero Courtney Love ha ido filtrando poco a poco esa herencia. A mí, sus diarios me parecen todavía fundamentales para comprenderle». Servando Rocha, que creció escuchando a Nirvana, recuerda su memoria, lo que significó para él. «Estaba interesado por el arte, tenía un compromiso social y una visión crítica del mundo en el que vivía». Unos años después de la muerte de Cobain, salieron a la luz unas instantáneas olvidadas del vocalista de Aberdeen junto a William Burroughs, ese superviviente de la Generación Beat que desafiaba su longevo horizonte vital con chamanismos y creencias de variada índole. El mundo recordó en ese momento lo que dijo el autor de «El almuerzo dormido» cuando le notificaron la defunción de su joven amigo: «Él estaba muerto ya».

Nada de drogas

«Se conocen cuatro fotos de ese encuentro. Sucedió en octubre de 1993. Cobain tiene una entrada en su diario que dice: "Me encanta todo lo que empieza por "B": Bukowski, Beckett, Burroughs...". Es muy difícil encontrar imágenes que puedan concentrar todo el siglo XX. Y este es uno de esos casos para mí. El escritor tenía entonces 83 años y Cobain fallecería unos meses después». Este año de conmemoraciones, de hecho, se cumplirá también el veinte aniversario de la muerte del líder de Nirvana y cien del nacimiento del escritor (5 de febrero). Coincidiendo con esta fecha casual, Rocha ha publicado «Nada es verdad, todo está permitido. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs» (Alpha Decay).

¿Pero qué sucedió en su reunión? «Se ha especulado si habían hablado de drogas. Pero el propio Burroughs señaló que no habían consumido ninguna y, también aclaró con estupefacción que Cobain no había querido ver su colección de armas. Hay que tener en cuenta –explica Rocha- que toda esta historia viene de atrás. Cobain relata un sueño en el que aparece Burroughs, le agarra por detrás y caen al suelo. Kurt estaba obsesionado con él».

-¿Qué se ve en esas fotos?

-Se distingue a Cobain con una cerveza y Burroughs le sigue con un bastón en una mano. En otra se encuentran en el interior de la casa. Cobain parece que está concentrado en los libros que hay apilados sobre la mesa, que hablan de tiburones y perros. En otra está Kurt dentro de un habitáculo. No se sabe si saluda o se está despidiendo. Uno de sus biógrafos dice que es un encuentro dentro del baño. Pero es un acumulador de Orgón, una máquina experimental que supuestamente tenía propiedades terapéuticas y que ayudaba a conservar la energía sexual. Aunque en ese momento estaba ya estropeada.

Una de las teorías de la conspiración que han circulado sobre la muerte de Cobain, que aparece en la vorágine que supusieron los últimos días del vocalista, apunta precisamente a Burroughs, que, a esa edad, como comenta el propio Rocha en el libro, pensaba que era la reencarnación de Hassan-i Sabbah, uno de los cabecillas de aquella Secta de los Asesinos que existió en la Edad Media. «Se comenta que Cobain compró una "Dream Machine", una máquina de los sueños que gira a tu alrededor. Dentro hay luces estereoscópicas. Con ella puedes entrar en trance, pero se comenta que un abuso de esas sesiones te puede volver loco. Y la verdad es que todavía se continúa hablando de todo esto».

-Pero las causas del suicidio no son esas...

-Él soñaba con ser famoso en el 89-90. Sin embargo nadie podía pensar que ese estilo de música se podía convertir en un fenómeno de masas y que él se convertiría en una especie de profeta. Pasó de ser un desconocido a ser el ídolo de una generación. Cualquier gesto y palabra suya se iba a interpretar. Eso impactó en él psicológicamente. ¿Cómo manejar todas esas sensaciones y ser algo que no era? Si lees su diarios te das cuenta de que era una persona increíblemente normal. Le interesaba el arte, el cine. Pagó un precio muy alto por entrar en esa dinámica. La relación entre Burroughs y Cobain es un enigma. Se sabe que Burroughs esperaba dentro de su casa. Que se había levantado a las ocho de la mañana, tomado su dosis correspondiente de metadona y desayunado posteriormente. Después de jugar con el gato y leer un rato, escuchó un motor. Había llegado su visita y, en ese paréntesis, es donde las preguntas quedan sin contestación. Después de la reunión, mantuvieron su amistad –con anterioridad a su encuentro había colaborado juntos en un vídeo–. El autor de «Y los hipopótamos se cocieron en sus tanques» mantuvo su cariño hacia la joven estrella del rock. «Le mandó un collage con un dedicatoria, incluso, en una ocasión. A pesar de la diferencia de edad que los separaba, existía sintonía entre ellos».

-Queda un misterio. ¿Quién sacó las fotos?

-Esa es la pregunta. Quien las hizo tiene toda las claves de lo que ocurrió entre los dos. He intentado contactar con el conductor del coche y mánager del músico, Alex Mcleod. Confesó que «conocer a William fue un gran regalo para él (Cobain). Era algo que jamás pensó que podría suceder».

Encuentros musicales

Burroughs consagró su carrera literaria a la subversión, pero pronto se dio cuenta de que su obra, leída sólo por minorías, carecía de la capacidad de provocar a las masas. En cambio, los músicos americanos, portadores de un joven lenguaje de agitación, el rock & roll, eran sangre fresca para el veterano y exhausto escritor. Desde el comienzo de los 70, Burroughs frecuentó amistades con David Bowie, Lou Reed o Patti Smith, pero su interés por los círculos músicales se alargará a la generación Nirvana. Michael Stipe o Kim Gordon y Thurston Moore (Sonic Youth) visitaron en varias ocasiones al patriarca, al que dedicaron canciones y le robaron versos. Sonic Youth grabó en 1990 «Dead City Radio», un trabajo a partir de sus versos, y, durante la década, álbumes de todos los géneros (de la electrónica de Ministry al rap de The Disposable Heroes) siguen tomando las grabaciones de voz del autor como punto de partida. En 2013, Thurston Moore grabó la canción «Burroughs», el (pen)último homenaje.