El joven médico de nervios de la calle Rathausstrasse
El 25 de abril de 1886 cayó en Domingo de Pascua, pero el joven Freud decidió que era un buen día para inaugurar su consulta en la Rathausstrasse, número 7, cerca del río Ring. En una placa profesional podía leerse: «Joven médico de los nervios». En aquella época, la sociedad estaba diagnosticando enfermedades que acapararían muy pronto la atención de los doctores y la curiosidad de miles de personas: depresión, hiperestesia, trastornos, fobias, migrañas, ansiedad, obsesiones, y otras enfermedades tan ligadas al siglo XX. Sigmund Freud, que aspiraba a profundizar en el conocimiento de los hombres a través del laberinto de su inconsciente, se interesó por un método que le permitía adentrarse en los recodos más hondos de sus pacientes: la hipnosis. Un método que consideró apropiado y que analizó con detalle para intentar sanar a algunos de sus pacientes, algunos procedentes de la alta sociedad vienesa.
- «Todo tipo de éxitos»
Después de algún que otro fracaso sonoro, como ése en que intentó sacar a uno de sus amigos de la adicción a la morfina administrándole cocaína, Freud recibió en su consulta a la familia Gomperz, una de esas que Charcot, una de las personas que tuvo en cuenta Freud al adentrarse en la hipnosis, denominada «neuropáticas». Una de ellas, Rosa Wein-berger, de hecho padeció un delirio de carácter religioso y trató de contentar a Dios sacrificando a sus hijos con un cuchillo. No lo logró. Freud recurrió a la hipnosis desde el otoño de 1887. Entre sus apuntes dejó escrito: «Todo tipo de éxitos, pequeños pero notables». En otro lugar, redactó: «Resulta más eficaz cuando se lleva al paciente bajo hipnosis a los antecedentes psíquicos de su problema y se le obliga a reconocer en qué circunstancias psíquicas se le manifestó. Este método de tratamientos es novedoso, pero permite alcanzar unos logros que no se consiguen por otro camino».