El nazi que nunca se arrepintió
Erri de Luca cuenta el desenmascaramiento de un criminal de guerra
Es un prestidigitador verbal. Un Houdini narrativo. Un trilero sensitivo... Un escapista emocional que ha invertido los réditos de su vida a cambio de una alta rentabilidad creativa. No recuerdo cuál fue el primer libro de Erri de Luca que leí; ni siquiera sus títulos... Pero tengo en el cielo del paladar el sabor de la sinestesia de su prosa. Me da igual lo que me cuente este hombre, cuya mejor creación es su propia vida: albañil, camionero, miembro de la variante italiana del Mayo francés y miembro del movimiento Lotta, conductor de vehículos de apoyo humanitario durante la guerra de los Balcanes, alpinista, autodidacta de hebreo y yidish, consumado alpinista... Actor, guionista, empático con el padecimiento del pueblo judío... ¡Agota leer su currículum! Sus más de cincuenta obras tienen idéntica marca de la casa: textos correctísimos desde el punto de vista narrativo, dolorosamente poéticos y atravesados por destellos de gloria gracias a chispazos rashomonianos: si un árbol cae en el bosque y nadie lo ve... ¿Hace ruido?... Ahí está él para contárnoslo.
El espíritu del pueblo
«No es sobre héroes, sino sobre los testigos donde se funda el honor de un pueblo», dice en esta «nou-velle» compuesta por diversas voces que engrandecen las historias: a la narradora le han hecho creer que su padre es su abuelo. Ignorará la verdad hasta el día en que su madre abandone el hogar para irse con otro hombre. Junto a la mentira llegan más palabras para llenar una omisión terrible: su abuelo, ahora padre, el hombre silencioso que ejerce de cartero, es un criminal nazi. Para más inri, se arrepiente de haber sido derrotado. Retazos de vida, experiencias, amores y ho-rrores que invitan a volver a la primera página una vez concluida su lectura en busca de esa frase iluminadora que nos convierta en seres cómplices de la prosa hipnótica de este taumaturgo del verbo.