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El padre Elías, contra el Anticristo

larazon

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La ciudad de Jerusalén, con sus casas revestidas de una piedra que les da color de oro al amanecer y que sorprenden al visitante, pues cuanto más sol reciben más frías permanecen al tacto, es el lugar elegido por Michael O’Brien para la nueva aventura de su personaje, el padre Elías. Jerusalén, nudo gordiano de las denominadas tres religiones del Libro –la cristiana, la islámica y la judía–, es en la narración de O’Brien como una lupa gigantesca que descubre el caballo blanco y el caballo negro platónicos que yacen en el alma de los hombres. Una lucha permanente, dialéctica última en el pensamiento de O’Brien, entre el bien y el mal, y así el autor canadiense, maestro del llamado thriller apocalíptico, plasma esa lucha en Jerusalén entre Elías, que ya es obispo (continuación de su anterior novela «El Padre Elías: un apocalipsis», 1996), y una especie de líder mesiánico mundial, el presidente, que encubre a la figura del Anticristo.
La novela se inicia cuando los dos compañeros, el padre Elías, judío y católico, y su amigo palestino Enoc se despiertan en lo alto de un cerro que domina Jerusalén. Y es que allí, en la ciudad dorada al amanecer, se va a decidir, como en un crisol alquímico, el final de la misión que el Papa ha encargado a Elías. Dentro de la tradición, Elías es un precursor y un profeta que aparecerá en el Juicio de los Últimos Días, así «Los Evangelios sinópticos» nos hacen ver a Elías y Moisés hablando con Jesús . El apócrifo «Apocalipsis de Elías» lo muestra al lado de Enoc combatiendo contra el hijo de la iniquidad que los mata, y después ellos resucitan, en forma similar a lo que ocurre con los dos testigos del Apocalipsis en su enfrentamiento con la Bestia. O’Brian también nos mostrará al padre Elías creyendo que su amigo y él van a ser los «testigos» de los últimos días enfrentados al Anticristo. Y cómo será su batalla final.