El rostro más «gore» de Suecia
Bajo un título traducido del francés como «Persona», que remite a una famosa película de Ingmar Bergman, se esconde una novela de intriga psicológica en la que un despiadado asesino en serie y varios casos de pederastia son descritos de forma tan descarnada como morbosamente sensacionalista. Pocos temas deben de ser tratados de un modo más delicado que la violencia infantil, especialmente en un relato policiaco del que forma parte esencial de la intriga. El abuso a menores, la crueldad con los niños y el desgarro que produce en cualquier lector la descripción fría del maltrato induce al rechazo.
Ése es el punto esencial de «Persona», de los escritores suecos Jerker Eriksson y Häkan Axlander Sundquist, que firman bajo el pseudónimo de Erik Axl Sund. Primer título de la trilogía «Los rostros de Victoria Bergman», de la que llevan vendidos 3 millones de ejemplares en los países escandinavos y Alemania. Sin tratar de revelar la trama, parece evidente que los autores han querido relatar una serie de casos impactantes utilizando un tipo de narración fría y desalmada, como si el narrador se colocara en el lugar del asesino, objetualizando al joven emigrante violentado, privándolo así de cualquier rasgo que pudiera identificarlo como ser humano.
La descripción de la violencia y el abuso es de tal envergadura que de haberlos humanizado habría empeorado, más si cabe, la crueldad detallada que el pederasta y el asesino infringen a los niños. Sin embargo, la violencia pasa a un segundo plano, al centrar la acción del primer volumen en la investigación y las vidas paralelas de las dos protagonistas, una mujer policía y un psicoterapeuta especializado en maltrato infantil.
La disociación de personalidad y la invención de una vida, llegados a mitad de la novela, resultan de una puerilidad psicologista de tan escasa enjundia como convencionales y faltos de encarnadura literaria los personajes. Hasta el punto de que «Persona» parece dividida en dos mitades: aquella que relata el dolor de los niños cruelmente martirizados y la problemática pequeño burguesa de estas dos mujeres demasiado ocupadas para entenderse a sí mismas y el mundo convencional en el que viven. Pero es pura apariencia, porque ambas son antagonistas en la trama, fantasmas que circulan por este relato perturbador sin encontrar otro objetivo que una indagación previsible en el interior de un relato psicológico que trata de ahondar en la psique humana y mostrar hasta qué punto de maldad es capaz de llegar el ser humano cuando es objeto de vejaciones, abusos y malos tratos. Algo nada baladí si lo comparamos con sus magros resultados. Si, además, el relato no es autoconclusivo, y deja al lector, en uno de los escasos momentos de suspense, colgado de una noria, el enfado está asegurado, ya que habrá que esperar a «Trauma» y «Catarsis» para saber su continuación y el desenlace.