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«Existe una función pedagógica en mis novelas»

Santiago Posteguillo pone fin a su relato sobre la vida de Trajano en la última entrega de la trilogía donde hila varias historias apasionantes
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Santiago Posteguillo pone fin a su relato sobre la vida de Trajano en la última entrega de la trilogía donde hila varias historias apasionantes
–¿Se planifica el hecho de que una historia de convierta en una trilogía de estas dimensiones?
–Sale solo. Siempre digo que no hay libros ni largos ni cortos, hay libros aburridos y libros entretenidos. Cada novela o cada relato debe tener la extensión que haga falta. En mi caso, yo necesito hacer grandes frescos del mundo antiguo y además ahí hay un entramado de cruzar varias historias, una técnica que enseña maravillosamente Tolstói en «Guerra y paz».
–¿Qué historia cruza usted en esta trilogía?
–Por una parte Trajano quiere conquistar Partia pero por otra, sus legionarios tienen miedo a que se reproduzca el error de Craso y además, también existen dos imperios en Oriente a los que les llega la información. Entonces, encontramos la historia de la legión perdida, la historia de Roma contra Partia y la historia del Imperio Kushan y de la China de la dinastía Han. El problema es que luego hay que arreglarlo todo para que quede bien claro. Es una cuestión de ingeniería literaria pero cuando consigues atarlo todo el escritor tiene gran satisfacción y el lector se lo pasa creo, como un crío, que esa es la idea y que sea todo muy entretenido.
–¿No se vuelve loco?
–Lo que me veo es en la obligación de organizar mucho el material con el que trabajo. Para esta novela he tenido que trabajar con documentación en latín, griego, en sánscrito, en chino clásico, en parto... Todo es tiempo, trabajo y esfuerzo pero yo pienso que en la novela histórica, el trabajo y el esfuerzo ha de estar en el lado del escritor, y en el lado del lector o la lectora ha de estar el placer.
–¿Cuánto tarda aproximadamente en escribir un libro?
–Tardo unos dos años y medio en hacer este tipo de novela, pero yo creo que luego el resultado merece la pena.
–Y ¿qué le resulta más complicado, el trabajo de campo o el de escribir?
–Casi que al 50 por ciento. Además, en mi caso en el trabajo de campo se incluyen viajes porque una de las cosas que hice fue viajar al sur de Turquía a una pequeña población que se llama Gazipasa, donde murió Trajano. Me gusta hilar así de fino y hacer esos viajes y motivarme emocionalmente para luego empezar a narrar todo lo vivido.
–¿Pueden extrapolarse las crisis romanas a las crisis actuales?
–Sin duda alguna, porque la naturaleza humana no ha cambiado, nos hemos tecnologizado pero amamos, odiamos, somos leales o desleales y tenemos nuestras ambiciones como las tenían hace 2000 años, exactamente igual. Entonces, hay muchísimas cuestiones que son extrapolables de alguien como Trajano con respecto al momento que estamos hoy en día.
–La historia resulta aburrida para los jóvenes a pesar de ser más que cultura o conocimiento. En cambio, sus novelas son seguidas por un gran número de ellos ¿por qué cree que esto sucede?
–Yo creo que todo reside en las forma de contar el relato o la historia o, en general, cualquier narración. Según una tesis de máster sobre mi narrativa, utilizo una estructura organizativa del discurso clásica pero a la hora de expresar lo que estoy contando es, sin embargo, un lenguaje tremendamente actual lo cual, me acerca al público joven. En ese sentido, les pongo a gladiadores luchando, pongo naumaquias, batallas en un estanque gigantesco, pero también representaciones de teatro en griego clásico.
–¿Podría hablar de alguna en concreto?
–En un momento dado aparece una representación de griego clásico que se utiliza para mofarse de los romanos, concretamente, la obra «las Bacantes de Eurípides». Ahí aprovecho y cuento el argumento de las Bacantes, saco un trozo de la representación, incluyo una parte en griego clásico, lo traduzco... y un chaval de quince años que normalmente no se va a leer las Bacantes, sale de «La Legión Perdida» sabiendo cuál es su argumento. Es una mezcla donde utilizo una forma para atraer a los lectores pero dentro de ese contenido hay enseñanzas, hay cultura, hay literatura.
–¿Hablamos entonces de una función pedagógica?
–Totalmente, existe una función pedagógica. Llevo 24 años dando clases en la universidad y no lo niego, tengo una vertiente didáctica que he volcado en las novelas, pero siempre aplicando la máxima latina de «docere et deletare», es decir, enseñar deleitando, enseñar entreteniendo.
–Una vez finalizada esta trilogía, ¿qué proyectos le esperan?
–Probablemente escriba otro libro de relatos de divulgación sobre la historia de la literatura como «La noche en que Frankenstein leyó el Quijote» o «La sangre de los libros», aunque también estoy trabajando en una novela sobre la que no puedo desvelar ni el personaje ni el periodo.