Faletti, el nuevo Balón de Oro
Por si alguien lo dudaba, después de seis novelas existe un estilo netamente «falettiano». Un enorme caudal de dignidad e implacable honestidad a fuerza de construir historias eficaces. Italianas, serviría como definición. Sabe el autor avanzar con tacto preciso, suave, irónico y dosificando pequeñas píldoras de amargura en cada generosa línea. No es narrador del heroísmo ni de los grandes temas, sino del lento transcurrir de la cotidianidad. Pero el verdadero espectáculo de estas páginas reside en su soberbia escritura, íntima, como sólo un mediterráneo con todo su empeño lírico sabe acometer. Entre la corrupción, la intriga y el fútbol avanza la historia en las que apenas se habla de deporte. El protagonista, «Silver», es el antihéroe por excelencia, bronco, tierno, turbio, lapidario. Un arquetipo que invita a la reflexión permanente. Es un púgil retirado y ex presidiario que ha pagado su deuda con la sociedad por un combate amañado pero que no ha saldado cuentas con su propia conciencia y mucho menos sabe asumir el dolor de su viudedad. Ahora es utillero de un equipo de fútbol de la segunda división italiana que opta al ascenso y en el que juega su hijo, que, muy consciente de no ser una gran estrella del balompié, quiere asegurarse un dinero vendiendo el partido.
A lo largo de la jornada en la que transcurre la trama, iremos conociendo a tiempo real y en primera persona –animado por numerosos «flashback»– un entorno poblado de gentes con sueños, temores, trampas. Así como el eterno conflicto entre padres e hijos, la incertidumbre del futuro y la condenada esperanza sin rostro. Narración desnuda en un terrible forcejeo con el idioma, tinta que dibuja a la perfección la deshuesada anatomía de la melancolía. Literatura, en definitiva, que supone una zona distinta de la experiencia. Aseguraba Faulkner que los grandes escritores suelen ser despiadados, pero Faletti no lo necesita en tanto que no cuestiona el mundo, lo toma tal cual es y lo narra en su versión más depurada.