Cultura

Crítica de libros

Fangio, una entrevista a la carrera

Fangio, una entrevista a la carrera
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La locución latina «Festina lente» (traducida como «apresúrate lentamente» o «apresúrate despacio») parece atravesar, o recorrer, «Faster», la nueva y hermosa novela del argentino Eduardo Berti: un texto que puede leerse de un tirón, rápidamente, pero que, bajo su aparente brevedad, es capaz de esconder un universo donde las cosas, los hechos, no hacen más que transitar, moverse, al compás de la escritura del paso del tiempo.

El narrador es, quizá, el propio Berti. Un escritor que recuerda, mediante breves y contundentes capítulos, sus inicios como periodista en una Buenos Aires que ya no existe porque pertenece al pasado: la ciudad a finales de los años setenta, cuando no había teléfonos móviles ni ordenadores y las redes ni siquiera se soñaban y todo se hacía a golpe de máquinas de escribir, con la pasión de leer y escribir como único faro y guía.

Cruzar la ciudad

Así, lo que mueve al narrador es el recuerdo de una tarde en que él y su amigo Fernán (compañeros de colegio en un instituto bilingüe) se propusieron hacer una revista y, para el primer número, entrevistar nada menos que a Juan Manuel Fangio, «El Chueco», legendario corredor de Fórmula 1 que, hasta la irrupción de Michael Schumacher, ostentó el récord de haber ganado cinco campeonatos en la década de 1950. Todo un personaje. Ese día, esa tarde en que cruzan la ciudad hasta donde Fangio (una figura casi mítica sobre la que se han compuesto tangos, que fue secuestrado en La Habana y al que Perec se refiere en su libro «Me acuerdo») estaba al frente de un concesionario de coches, marca no solamente el comienzo de su oficio de periodista, sino que sella para siempre, de alguna manera, la relación estrecha con su amigo Fernán, al que le une, además del amor por el idioma inglés, la devoción hacia los Beatles (en especial, la que siente por George Harrison, amante de los coches y fan, a la sazón, de Emerson Fittipaldi) y por el incipiente rock argentino.

Sin necesidad de caer en ningún momento en la nostalgia o en los golpes bajos de la melancolía Berti ha compuesto una novela llena de emoción donde lo importante no son el argumento ni la trama ni tampoco la descripción de personajes, sino algo que es bastante más profundo y esencial: el paso del tiempo, de la vida misma. El resultado, en ese sentido, es un relato conmovedor, una novela que es, también, una oda a la amistad, una reflexión a corazón abierto sobre la velocidad de las cosas, sobre lo que permanece y lo que se lleva, irremediablemente, el tiempo.