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Historia oral de una aspiradora

larazon

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En las primeras páginas de este libro, Meir Shalev lleva a cabo una declaración de principios y adelanta al lector que esta novela es una de esas historias que nos contamos cuando las circunstancias son agradables y que se ha transmitido desde la primera generación de una familia hasta los que no conocieron a los protagonistas. Una explicación que nos sitúa en el ámbito de la tradición oral. De modo que nos sentamos atentos como niños porque estamos dispuestos a escuchar una buena historia, sabemos que el narrador pertenece a un pueblo dotado para contarlas y esperamos conocer a numerosos miembros de su familia en la que las historias comienzan así: «Esto es lo que pasó». Y lo que pasó es que la abuela Tonia, que llegó a Palestina desde Rusia en los años veinte, se buscó un enemigo que la mantuvo en jaque toda su vida: la suciedad. No solo a ella, sino a toda la familia que no podía entrar en su casa para que el polvo del Nahalal no se introdujera en las habitaciones obsesivamente limpiadas. Para combatir ese polvo, y por otros motivos más sutiles que no vamos a desvelar, su cuñado que vive en California, le envía una potente aspiradora americana que se convierte en el «leitmotiv» de la narración y adquiere el rango de coprotagonista de la historia.
La habilidad de Shalev consigue crear intriga, describirnos la vida de los pioneros, reflexionar sobre los caprichos de la memoria, recurrir al humor o a la fantasía que se cuelan en la narración con naturalidad y conseguir su propósito: «Aquí y allí la risa sustituirá al lamento y las lágrimas darán paso a la felicidad».