Intelectuales de plató

Es difícil encontrar objetos de saldo en la producción poética de Diego Doncel, como se vio en su poesía reunida en «Territorios bajo vigilancia», desde «El único umbral» hasta «Porno». Pero desde la publicación de «En ningún paraíso» trasformó la profundidad de campo de su mirada para centrarse en el presente «líquido», que diría Bauman, como su escenario natural. Con «El fin del mundo en las televisiones» (XXVIII Premio Tiflos de Poesía) poetiza la prosa o prosifica la poesía para señalar el viciado aire contemporáneo. Dividido en nueve capítulos, cada uno referido a la realidad tamizada por un canal de televisión (Canal 1, Canal 2...), más una nota final donde reclama «encontrar una forma de hacer de esta época un lugar habitable», nos ofrece líricos retazos o extensos poemas llenos de imágenes brutales y desoladoras pero capaces de conservar un instinto ético conmovedor. Arañazos de indignación ante el paisaje de la crisis: vidas destrozadas o consumidas lentamente como velas, reflexiones políticas, luminosos destellos de amor y sexo... Una acumulación de fotogramas que nos hablan del virus del capitalismo que se autoengulle como la carcoma; una secuencia versificada que nos retrata el simulacro de los mass media, el trampantojo del espectáculo, la infección viral de la falsa realidad virtual, «una verdad al margen de la verdad».

Duro, áspero, exhortativo, nos zarandea con su verbo: «Necesitamos dejar de ser las víctimas de un proyecto viejo basado en ideas que no son nuestras, insisto. No debemos creer en los profetas del simulacro y la mercancía. En los intelectuales de los centros comerciales y de los platós de televisión». Una impecable rabia intelectual para la que no pide distracción ni consuelo, sino acción. Porque hay una revolución en marcha. La rauxa (el arrebato), frente al ponderado seny (la sensatez) ya tiene quien la versifique.