La ciencia se sirve en frío
No suele ser habitual que un científico en ejercicio se dedique a preguntarse sobre el sentido de la ciencia y cómo ésta se fue constituyendo a lo largo del tiempo. Por eso resulta tan importante que alguien como Steven Weinberg, premio Nobel de Física y con un larga experiencia como divulgador, con títulos tan fundamentales como «Los tres primeros minutos del universo», reúna en un volumen el material acumulado para un curso de historia de la ciencia que impartió. Eso sí: Weinberg deja claro desde el principio que él no es un historiador, sino un físico. Y por este motivo, no tiene ningún reparo en valorar las aportaciones de los griegos, los árabes, los renacentistas o el propio Newton desde la perspectiva de la ciencia actual. Es por eso que no le duelen prendas al señalar lo poco estimulante que le puede llegar a parecer Aristóteles, o de considerar la importancia de Descartes en la configuración del método científico como algo claramente sobredimensionado.
En definitiva, lo que narra «Explicar el mundo» es cómo ha sido necesario que transcurrieran más de una veintena de siglos hasta que el hombre encontrara la manera de articular las preguntas adecuadas que hicieron del siglo XX, y están haciendo del XXI, los de la gran tarea de la búsqueda de la teoría definitiva que logre explicar los distintos niveles del Universo.
Un camino que tuvo que dejar atrás prejuicios como el de la necesidad de que todas las cosas que existen en el mundo respondan a un fin, o que la obsesión por la matemática pura (en el sentido de la geometría de los pitagóricos o el modelo planetario ptolemaico) acabe creando explicaciones muy bellas, pero en definitiva erróneas. Hubo que esperar a que Newton lograse unificar Física y Astronomía, para que se abriera el camino a la verdadera revolución científica (hasta el punto de que todo lo que siguió a este momento fundacional apenas ocupa una treintena de páginas), y la ciencia lograse desnudarse hasta convertirse en una disciplina que, a ojos de Weinberg, debe dejar atrás criterios morales, religiosos, estéticos o de cualquier otra índole: sólo ha sido cuando se ha convertido en algo aparentemente frío e impersonal cuando ha logrado configurarse como una poderosa herramienta de explicación y transformación del mundo. Y ha sido entonces cuando ha podido comenzar a arañar y mostrar la fascinante complejidad del universo que nos contiene.