La clave está en Vesalio
Por antonomasia, el libro de los libros es la Biblia. En el año 1922, el relato de horror ominoso que menciona por primera vez el Necronomicón, considerado por H.P. Lovecraft como un libro de saberes arcanos y magia ritual cuya lectura provoca la locura y la muerte, fue «El sabueso». La vuelta de tuerca al código misterioso, clave de la intriga criminal neo-gótica, la dio Umberto Eco con su famosísima novela «El nombre de la rosa» y un libro envenenado: el segundo de la «Poética» de Aristóteles perdido en el incendio de la biblioteca de la abadía benedictina. La posmodernidad le permitió a Eco retomar el folletín mediante la ironía y el juego intertextual con los géneros y triturar la barrera que separaba el arte pomposo de la gran literatura de la amenidad.
Vuelta al romance
A partir de ese momento comienza una vuelta directa al romance sin el menor rubor ni distanciamiento; eso sí, mezclado con un collage de subgéneros populares hasta hacer de este olla podrida literaria la matriz en la que se moldearían las siguientes obras neo-góticas. «El código Da Vinci», de Dan Brown, consagraría las intrigas preternaturales con un libro mágico como eje central que organiza un relato de misterio esotérico y conspiración paranoica. Bien mirado, no dejan de ser historias que ocultan una trama de investigación y conjetura convenientemente aliñada con misterios sobrenaturales y golpes de efectos típicos de la novela gótica, pero con un nuevo enfoque del folletín decimonónico disfrazado de novela histórica de intriga. En «El secreto de Vesalio» Jordi Llobregat también ha prescindido de la ironía y el distanciamiento. Al autor le importa más escribir una buena novela histórica que el juego literario intertextual. Prefiere entrelazar con pericia el profundo conocimiento del folletín con el romance y la aventura clásica, hasta el punto de conseguir una mímesis actualizada con la novela histórica de misterio y suspense.
«El secreto de Vesalio» está impecablemente escrita. Tiene todos los elementos rocambolescos de la novela por entregas, atemperada por una concepción posmoderna del relato de suspense. En ella se acumulan asesinos locos, laberínticas bibliotecas, libros esotéricos, superstición y avances técnicos; misterios familiares inconfesables, la imprescindibles cloacas de una gran ciudad y los bajos fondos; todo ello atemperado por la Barcelona de la Exposición Universal de 1888 y su despliegue técnico de la modernidad frente a la superstición.
El núcleo, armonizado con la apasionante aventura que sus tres protagonistas viven a un ritmo enloquecedor, y la reconstrucción plausible de la Barcelona finisecular, sigue siendo el libro-enigma que hay que encontrar y descifrar: un antiguo manuscrito anatómico que puede cambiar la historia del conocimiento. Ese libro no es otro que el Liber Octavus del tratado de Vesalio «De Humani Corporis Fabrica» que ha permanecido oculto siglos al conocimiento científico, y resulta ser, además de un «macguffin», el principal objetivo del malvado para recuperar a su amada.