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La cucaracha que provocó una revuelta

Mana Neyestani narra en la novela gráfica «Una metamorfosis iraní» la odisea real de un autor en un Irán censor y opresor. «Una metamorfosis iraní». Mana Neyestani. La cúpula. 204 páginas 17 euros.
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Entre 2006 y 2011, Mana Neyestani (Teherán, 1973), un autor de tiras gráficas en el suplemento dominical del diario «Irán», se vio envuelto en la más extravagante y surrealista de las odiseas: una viñeta suya sobre una cucaracha, realizada sin ninguna doble intención, levantó las iras de una minoría étnica turco-iraní y provocó una revuelta. El Gobierno, alarmado ante cualquier cosa que supusiera alterar el orden público, encarceló al autor con cargos nada claros. Comenzó así un periplo por prisiones lúgubres, salas plagadas de delincuentes comunes, interrogatorios inquietantes, incertidumbre –el «habeas corpus» brilla por su ausencia en el régimen– y amenazas veladas que le llevaron de una cárcel a otra para, finalmente, obligarle a abandonar el país. Desde el exilio, con amargura, pero no sin humor, Neyestani ha sabido interpretar su caso en clave kafkiana en una novela gráfica inteligente y fluida que se lee de un tirón, «Una metamorfosis iraní» (Ediciones La Cúpula).

Pesadilla kafkiana

La elección del título y el hilo conductor no han sido casuales, reconoce el autor a LA RAZÓN: «Considero kafkiana la situación que viví. Eres capturado por un sistema totalitario por una razón estúpida, y luchas desesperadamente por liberarte, por controlar tu destino. Por otro lado, en una situación kafkiana la tragedia y la comedia se entrelazan, como en "El proceso". Hablando de "La metamorfosis", ambas historias comienzan con una cucaracha, y en ambas el protagonista acaba perdiendo su "identidad humana"». Un detalle al que él da importancia: «La deshumanización y la identidad son temas importantes en mi libro. Por supuesto, yo no me convertí en una cucaracha, pero pasé de la noche a la mañana de ser un autor respetado de tiras cómicas a ser un acusado de racismo y de chovinismo persa, de ahí a ser un prisionero con una identidad falsa, un exiliado en busca de un refugio seguro y, finalmente, un falso francés... ¿Qué fue de mi verdadero yo, Mana Neyestani, el autor de cómic? Traté de verdad de recuperarlo"», recuerda el artista.
La mención a «El proceso» no es casual, y la novela gráfica recuerda casi más a esta novela que a la célebre de Gregorio Samsa. «La mayor parte de las trágicas situaciones políticas de Irán están causadas por algunas razones y decisiones estúpidas», lamenta. «La situación allí es trágica y cómica a la vez, como en una situación kafkiana, pero aun así la gente vive sus vidas. Es un país vivo con gente activa que disfruta la vida incluso bajo la mirada del Gran Hermano. En Irán hay un estilo de vida "underground"totalmente diferente del oficial. Por desgracia, vivir como periodista o como activista político se ha convertido en algo casi imposible».
En un régimen tan restrictivo, no hay novelas gráficas como ésta: «Antes de su publicación, todo libro debe obtener un permiso del Ministerio de Cultura», explica el autor. «El Ministerio tiene un departamento especial para evaluar los libros y los censuran o incluso rechazan, si se han atrevido a cruzar determinadas líneas rojas. Así que acaba siendo arriesgado invertir un gran esfuerzo en un cómic cuando puede ser rechazado con facilidad. Conozco a editores que prefieren traducir o reeditar comics inocuos más generales como Tintín o Astérix, aunque sea con muchos cambios y frases censuradas en los diálogos. Por ejemplo, ¡en la nueva versión persa de las aventuras de Tintín, nunca se menciona que el capitán Haddock bebe alcohol!». Todo es complejo: «En las tres últimas décadas, hemos tenido muchos dibujantes de cómic que se han metido en líos por su trabajo y la mayor parte de las veces ha sido por una interpretación errónea de éste por parte de las autoridades. De vez en cuando, se ha cerrado un periódico o una revista y algún autor es arrestado. Puedo citar como ejemplos a Nikahang Kowsar y Hassan Karimzadeh (el autor de la portada de mi libro, que es además un gran autor de tiras cómicas), que pasaron también por prisión. Muchos de mis colegas han recibido notificaciones oficiales del Ministerio de Inteligencia o han sido interrogados por éste». Y aunque relativiza la capacidad del cómic para cambiar las cosas, lo incluye dentro de algo más amplio: «Pienso en el cómic como parte de una ola cultural que trata de desarrollar la mente de la gente. Cada producción de arte moderno –películas, libros, revistas, periódicos, pinturas...- que anima a la gente a pensar puede considerarse parte de ese movimiento. La gente que piensa es la pesadilla de un régimen totalitario como el de Irán».
El problema, como narra en el cómic, es que el cuarto poder no ejerce como tal. Como en toda dictadura, una prensa sumisa colabora y Neyestani lo sufrió en sus propias carnes, con el nulo apoyo del director de su revista, que era un medio gubernamental. «Cuando comencé el trabajo, los reformistas dominaban la compañía; era el periodo de Jatami. Pero un año después el Gobierno había cambiado y Ahmadineyad ocupaba el lugar de Jatami. Cambiaron la gestión y la dirección de la empresa y colocaron a fundamentalistas en los cargos principales. Seguimos trabajando porque pensábamos que nuestra sección –las páginas infantiles- no tenía nada que ver con la política. No podemos generalizar y decir que todos los directores de Prensa apoyen al régimen, aunque incluso los reformistas formaron parte del poder en algún momento. Lo que ocurre es que la autoridad se fragmenta de vez en cuando en Irán y las facciones más poderosas (sobre todo los líderes supremos y sus bandas, en los últimos años) se oponen al resto. ¡No se sorprenda si dentro de uno o dos años escucha que incluso se ha hecho reformista o que es opositor al régimen! Los totalitarios no se soportan entre sí».
La mordaza del régimen
La situación en Irán era desalentadora para las libertades civiles y la cultura. Pero la llegada de Ahmedineyad al poder en 2005 lo empeoró todo. «Yo publiqué tres novelas gráficas en Irán entre 2000 y 2004, y el proceso de lograr los permisos de publicación fue una pesadilla. Tras la llegada de Ahmedineyad al poder en 2005, anularon los permisos de dos de ellas para futuras ediciones», recuerda Mana Neyestani (en la imagen). Con las siguientes elecciones, en 2009, explica, « todo empeoró. Tras la crisis post-electoral, ya no aceptan ni la más mínima crítica. Las limitaciones se han multiplicado y los tabúes y líneas infranqueables han aumentado».
El detalle
UN AUTOR A FAVOR DE LA LIBERTAD
Tras dos meses de detención, Neyestani (en la imagen, una de sus viñetas) obtuvo en 2006 el derecho de salida temporal. Decidió entonces huir junto con su mujer a Emiratos Árabes. Nunca más volvieron a Irán. Dubái fue la primera escala de su periplo en busca de una embajada de algún país occidental que les diese refugio. Finalmente, entre 2007 y 2010, vivió exiliado en Malasia desde donde colaboró con web disidentes iraníes. Galardonado con numerosos premios, muchos de ellos internacionales, vive en París, acogido como artista residente en la Cité Internationale des Arts.

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