La perturbación es su patria
De la realidad al sueño; de lo cotidiano a lo fantástico. En ocasiones, linda con lo bradburyano. Meditados argumentos y controlados manejos del tempo le sirven a esta experta en la brevedad de la tinta para disturbarnos. Dudas sin respuesta que nos adentran en laberintos poblados de preguntas. Sabido es que el buen relato debe guardar un secreto final que el lector debe rumiar a su antojo desde la unidad de medida de su universo.
Atómica densidad
Shua cumple esa máxima a la perfección, con la perturbación como patria. Curtida en microrrelatos, sabe darle la densidad atómica suficiente a cada uno de sus textos para que explosionen en instantáneas extraordinarias. Son estas dieciséis piezas hondas, equilibradas y sabias. Fantasmas familiares, secretos, demoliciones internas, extrañamientos y catarsis pululan por estas páginas... Un bebé extraterrestre desactivado a fuerza de amor, aquel que pierde un hijo o un amado padre, conductores que burlan peajes y, en lugar de un domingo de barbacoa, el destino les depara una delirante vivencia. Brunas pesadillas, paradojas, chistes cósmicos que no lo son en absoluto. Es un libro logrado. Perfectamente resuelto, te sabe cruzar la frontera de uno mismo para convertir lo particular en universal y retornar a lo individual.
Uno de los relatos, en particular, «El viejo en el jardín», reverbera como un gong en el lector: en él asistimos a un día de barbacoa y piscina en casa de un rico anciano junto a sus nietos, donde hará un repaso existencial de su talante y un abordaje vital... Hasta que Na María Shua termina demostrándonos que los universos paralelos no son sólo una teoría de la Física Cuántica porque «los horribles recuerdos del futuro» también existen.