La reinvención del espía
Hayes da nueva vida al género con la monumental «Soy Pilgrim»
Inesperadamente, engullida por la novela negra, el espionaje renace de las mismas cenizas de la Guerra Fría con una monumental novela de más de 800 páginas que, siendo un poco hiperbólicos, podría calificarse como «Lo que el viento se llevó» de los espías posmodernos. «Soy Pilgrim» es la primera novela del escritor inglés Terry Hayes. Criado en Australia, fue periodista y corresponsal en EE UU. Entró en el cine como guionista de la mano de George Miller en las secuelas de «Mad Max 2» (1981) y «Mad Max, Más allá de la cúpula del trueno» (1984), creador del imaginativo clima postapocalítico de la serie. Para los cinéfilos, Terry Hayes es el autor del guión de un thriller psicológico de culto: «Calma total» (1989), y de un clásico del cine de secuestros donde demostraba su inventiva y originalidad al guionizar la genial novela de Donald E. Westlake «Payback» (1999), interpretada por Mel Gibson.
En «Soy Pilgrim» está quintaesenciado el estilo de Terry Hayes demostrado en el cine: tensión narrativa, inventiva a raudales y una original capacidad para darle la vuelta a las situaciones de forma imprevista. Y lo hace con una escritura de una naturalidad caudalosa, sin miedo a demorarse en cada capítulo para contar sin prisas pero de forma minuciosa y con un suspense creciente el enfrentamiento de dos espías cuyo punto de confluencia no se verá hasta el final de la novela.
Beber de los clásicos
Para un lector atento, «Soy Pilgrim» es el descubrimiento de un nuevo estilo de literatura de espionaje que bebe en la fuente de los clásicos: John le Carré, inevitablemente; Robert Ludlum y su famoso espía Jason Bourne; Eric Ambler por ser el primero en utilizar al terrorista islamista como Némesis del espía moderno en «Chantaje en Oriente» (1972); y al libro de Frederick Forsyth «Chacal» (1971), modelo del espía contemporáneo que cambió definitivamente el estilo de intriga internacional de los años 30 y 40 que recreó Alfred Hitchcock en el cine. De todos ellos toma Terry Hayes los clichés y la fenomenología de los protagonistas. Pero de quien, paradójicamente, se nota más próximo es de James Bond. No por su parecido psicológico estereotipado o comportamiento social del héroe de Ian Fleming, sino por volver al espía moderno, alejado del problemático y amnésico que surgió del frío.
Su Pilgrim es un espía de novela negra, instruido, aristocrático, con sentido del humor, frío y desalmado cuando la situación lo requiere y con una mente prodigiosa para definir con tino un más allá de la escena del asesinato o de adelantarse a la acción criminal más compleja de su oponente, El Sarraceno, definido más por su fanatismo que por su psicología. Un bioterrorista ingenioso y reflexivo como el de Eric Ambler. La misoginia de Pilgrim sería su mayor diferencia con Bond. Terry Hayes ha cambiado radicalmente la novela de intriga internacional con su vuelta a los clásicos y ha creado una forma literaria nueva de la novela de espías a seguir. Después de «Soy Pilgrim» ya nada será igual. Su monumentalidad de novela río la convierte en la Biblia posmoderna del género de espías del siglo XXI.