La ropa sucia se lava en casa
Vaya por delante que la novela de suspense, terror psicológico o thriller psicológico es el subgénero dominante en las mesas de novedades. No es que el policiaco haya menguado, pero se nota cierto cansancio entre lectores y editoriales, muerto de éxito masivo. En su lugar, aupada por un sinnúmero de fans de internet que espolean las editoriales anglosajonas, se rinden ante la avasalladora fluencia de otra etiqueta que ha tenido éxito: el «domestic noir».
El subgénero designa una serie de novelas, generalmente escritas por autoras, que centran la intriga en la familia, en oscuros protagonistas y en la toxicidad de las relaciones afectivas en tiempos posfeministas. La emancipación de la mujer incide en problemas capitales de las relaciones de pareja, especialmente los malos tratos.
500.000 libros vendidos
La última en llegar ha sido «Te dejé ir», de la inglesa Clare MacKintosh, considerado «el mejor domestic noir de 2015, con 500.000 libros vendidos en Reino Unido y traducida a 27 países». Para una de las creadoras de la etiqueta, Julia Crouch, el «domestic noir» gira en torno a las experiencias femeninas y las relaciones emocionales en la esfera doméstica y laboral. Pero no sólo. El fondo siempre es la estructura familiar, el amor romántico, un terrible secreto y una tardía revelación que desvela la ignorancia en la que ha vivido la protagonista.
Un ejemplo del descenso a los infiernos del alma humana y el horror que produce enfrentarse a la realidad es «Tú ya lo sabías», de Jean Janff Korelitz. Otros tres títulos ejemplares reseñados en LA RAZÓN sirven al lector para aclararlo: «Perdida», de Gillian Flynn, «La mujer de un solo hombre», de A. S. A. Harrison, y «Observada», de Renée Knight. En clásicos como «El cartero siempre llama dos veces» y «Pacto de sangre», de James M. Cain, el realismo doméstico ya emergía con entidad propia.
Las singularidades de la nueva hornada son la insistencia en la descripción costumbrista del entorno cotidiano, la manipulación de la narración con fines de crear un «twist», un giro espectacular, y nuevos cambios sorprendentes que pongan patas arriba la trama urdida. En «Te dejé ir» es esencial la calidad moral del relato, asumido por el lector por juzgar con ligereza las apariencias que la intriga psicológica plantea. Resulta esencial ocultar de forma ambigua los datos, de forma que la sorpresa del «giro», aquí realmente prodigioso, cambie los patrones morales del lector. Como en «La chica del tren», de Paula Hawkins, divide la acción en dos bloques, cuya fisura es el giro que cambia el punto de vista de la novela y descoloca satisfactoriamente al lector. Recuérdese la escena de la ducha de «Psicosis».
El juego de narradores es otra de las características del subgénero, ya sea alternando la primera persona con un narrador no muy intrusivo en tercera persona o múltiples narradores, como en «Te dejé ir», que disloca la narración, incluso la desvirtúa hasta el punto de hacerla inverosímil. Sin embargo, la calidad de Clare MacKintosh y su excepcional debut literario son dignos del entusiasmo que causa.