La vida al límite de José Alcalá-Zamora
Ve la luz un volumen que reúne los mejores sonetos del académico de la Historia, autor de más de 40 libros de poesía y que se define como «un poeta clásico muy cuidadoso con la forma»
Ve la luz un volumen que reúne los mejores sonetos del académico de la Historia, autor de más de 40 libros de poesía y que se define como «un poeta clásico muy cuidadoso con la forma»
Catorce versos de once sílabas cada uno. Dos cuartetos y dos tercetos forman un soneto. Lo aprendimos a fuego en los tiempos de colegio. Como seguro que también se le grabó a José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano, nacido en Málaga en 1939, nieto del primer presidente de la segunda República española y del general Queipo de Llano (que fue jefe de la casa militar del primero entre 1931 y 1934, de ahí que pudieran conocerse sus respectivos hijos y acabaran por emparentar), quien ya de joven sintió el gusto por los clásicos, lo que compaginó con las carreras de fondo. Como la vida. Quienes le conocen y le quieren bien dicen que «es un hombre de récords». Lo es. «Hay que ser atrevido, hay que hacer las cosas», ha recordado quien se se define como un «poeta clásico muy cuidadoso con la forma» y que no cree en la inspiración: «Escribo lo que me viene, lo que me parece oportuno. Quizá, para que no me tilden de romántico he entrado en un terreno más escabroso, más duro, pero no busco la provocación», aseguraba después de la publicación de uno de sus volúmenes de sonetos de marcado tema erótico al que define como «poesía amorosa». Luis Miguel Enciso, miembro de la Real Academia de Historia como él (a cuya casa entró en 1987, con 49 años, lo que le convirtió en el miembro más joven de la institución), destaca de la obra poética del autor, «que se completa con su condición de novelador», en alusión a «Las ascuas de un crepúsculo dorado», que obtuvo el Premio Sial Pigmallión en 2014. La presentación el día 14 de un nuevo libro de versos, «Mis mil mejores sonetos» (en el que abundan las fotografías y que recoge las portadas de sus anteriores poemarios), devuelve a la actualidad a este hombre de elevada estatura (no sólo física), piel curtida y deportista nato capaz de hacer compatible la pasión por Calderón de la Barca, de quien es uno de sus grandes estudiosos –su discurso de toma de posesión en la RAH versó sobre «La reflexión política en el itinerario del teatro calderoniano»–, con la carrera de fondo, no en vano es el único hombre que ha corrido una maratón en alta mar, 42,195 kilómetros, en la bodega del buque «J.J. Sister», lo que le abrió la puerta del Libro Guinnes de los Records. Es ajedrecista, triatleta, tirador de armas antiguas y un hábil esgrimista. Su mejor registro es de dos horas y cuarenta y dos minutos. Habrá sobrepasado a lo largo de su vida los 120.000 kilómetros, lo que traducido a zancadas hacen un total de cien millones. Mareante.
Cuando habla de su poesía, otra de sus grandes pasiones, dice que en ella hay «más de San Juan de la Cruz, con quien me siento enormemente identificado. También está presente Calderón porque al leerle mucho me he ahormado a la forma del verso clásico, en la contabilidad estricta, en el ritmo exacto». Es autor, hasta la fecha, de 41 poemarios, dos de ellos inéditos, y de 5.432 sonetos en diecisiete campos temáticos diferentes, desde lo erótico y amoroso, a lo satírico y burlesco, pasando por los versos existenciales, religiosos, espirituales, metaliterarios o paisajísticos. Lo mejor de su labor poética se recoge en esta obra magna: «Mis mil mejores sonetos».
Luis Alberto de Cuenca, poeta y académico de la RAH como don José, autor del prólogo del poemario, le describe como «un caballero –lo que resulta excepcional en los tiempos que corren–, pero también con un ejemplo vivo de cómo las dos Españas de Antonio Machado no son tan irreconciliables. Con Miguel Hernández, José Hierro y Blas de Otero como telón de fondo, pero también y sobre todo –como era de esperar en un experto conocedor de las letras barrocas– con Lope, Góngora, Quevedo, Bocángel y Villamediana en el horizonte, ha legado en herencia a la lengua castellana una maravillosa colección de endecasílabos memorables». Le admira, se considera su amigo y le profesa un enorme cariño, de ahí que tanto él como el resto de compañeros de la Real Academia de la Historia hayan querido ofrecer el regalo de un libro porque «nos ilusiona de verdad». Cuenta De Cuenca la enorme dificultad para seleccionar el millar que ahora publica Sial/Contrapunto y «que han ido surgiendo con el paso del tiempo de su pluma privilegiada». Escribe de él que «es el gran poeta amoroso de su generación, el de cauce más desbordante, el más prolífico, el más entregado a la causa de cantar ese dulce e hiriente mal que inunda nuestra alma de flores o de espinas, según el caso. En mi opinión, la persona y la obra no deberían faltar en los manuales ni en las antologías de literatura española contemporánea».
Figura injustamente secreta
Señala, además, que «esta auténtica figura de las letras, injustamente secreta, posee esa enorme capacidad para versificar y expresar sus sentimientos de manera tan profunda. Esa capacidad se da en pocas personas con tanta intensidad». Quiere con la edición de este volumen que se entienda, se conozca más porque, a pesar de la cantidad de premios que ha obtenido no ha conseguido trascender como merece. No ha sido sencilla para el autor la tarea de seleccionar, pues el material era enormemente grande, con más de 5.000, lo que le convierte en la figura más relevante, al menos numéricamente, aunque no se trata de una cuestión estadística, sino de calidad», señala. A punto de cumplir Pepe (como así le llama De Cuenca con cariño) 75 años, recuerda el también poeta que a los sesenta «le hablabas de un libro que tenías y le querías dejar y se calzaba un pantalón de deporte y literalmente emprendía la carrera para recogerlo. Increíble. Completó decenas de maratones en España y en todo el mundo».
La vida de este hombre ha sido, como recuerda su amigo, «de un esfuerzo al límite en todo lo que ha emprendido, en el deporte, en la escritura, en la docencia» que arrancó con la publicación de su primer libro de versos en 1965 en México, uno de los países en los que pasó parte de su infancia y adolescencia junto con Argentina. Su título era «El mar de un barco de papel», quizá un presagio de sus hazañas futuras a golpe de zapatilla. Escribe en el prólogo que es «el gran poeta amoroso de su generación, el de cauce más desbordante, el más prolífico, el más entregado a la causa de cantar ese dulce e hiriente mal que inunda nuestra alma de flores o de espinas, según el caso. El amor cambia poco con los milenios. Casi todos hemos padecido, padecemos o padeceremos esa enfermedad de una forma muy semejante». Él, de la vasta producción de Alcalá-Zamora, se decanta por la poesía amorosa, «la que me parece más interesante, la erótica e incluso la pornográfica, aunque le considero un virtuoso en los demás campos. Es un poeta del amor», donde brilla por su capacidad e intensidad. Y este personaje fascinante y fascinador ha sido capaz de los más bellos poemas a las mujeres de su vida, que se han traducido en pasiones turbulentas y que han desembocado en buena parte de los sonetos que se presentarán en Madrid. Aludiendo a Bécquer y a Darío y no olvidando la poesía enorme de Salinas («La voz a ti debida») y Neruda («Veinte poemas de amor y una canción desesperada»), dice De Cuenca que Alcalá-Zamora «es un valiosísimo eslabón de esa cadena de poetas amorosos. No es una excepción a la regla según la cual la mejor situación del creador en el terreno de la poesía amorosa es haber sido abandonado, aspirar a lo imposible, cantar lo que no es suyo».
Así seas
No dejes nunca, amigo, que la vida
tronche tu canto o que tu luz apague,
ninguna noche tu valor naufrague,
más que tus ojos tu horizonte mida.
Crécete en la derrota y en la herida,
más allá siempre tu mirada indague,
deja a tu mente que imagine y vague,
combate, aunque la guerra esté perdida.
Lucha hasta que el esfuerzo te extenúe,
a la vulgaridad no des la mano,
que tu palabra en obra continúe;
alcanza lo imposible y lo lejano,
a lo mayor tu alma se habitúe.
No necesites Dios ni soberano.
Oficio perpetuo
Ya me voy de vosotros, estudiantes:
aunque seáis nuevos rostros y semblanzas
y alimentéis distintas esperanzas,
seguís siendo los mismos que erais antes.
Mis lecciones han sido ya bastantes,
otros vendrán con nuevas enseñanzas,
me retiro sin luto ni añoranzas
de los trabajos de los enseñantes.
Me voy de vuestras aulas, ya no mías,
a seguir estudiando y aprendiendo
hasta el último día de mis días.
Un profesor es siempre un estudiante.
El estudio es mi vida y no me entiendo
sin preguntas, sin un libro delante.
Gonzalo Anes, en el recuerdo
Entre los agradecimientos que figuran en el libro, Alcalá-Zamora no quiere dejar en el tintero a ninguna de las personas que le han ayudado. Recuerda a sus compañeros académicos, a su editor, a expertos en estudios literarios, a quienes han escrito para su obra ensayos de gran valor, «a las señoras, compañeras maravillosas de nuestra vida siempre...». Y a Gonzalo Anes «mi siempre inolvidable amigo, Marqués de Castrillón, uno de los más grandes directores que haya tenido nuestra Real Academia de la Historia», fallecido en marzo de 2014.
Ficha
«Mis mil mejores sonetos»
José Alcalá-Zamora
Sial/Contrapunto
1.160 páginas,
35 euros