«Lolita» y la fábrica de chocolate
La última y provocadora portada del cuento de Roald Dahl ha suscitado una fuerte polémica entre los seguidores del escritor
La última y provocadora portada del cuento de Roald Dahl ha suscitado una fuerte polémica entre los seguidores del escritor
Un libro comienza a leerse por la imagen de la cubierta. Antes, el espacio de la portada estaba reservado para consignar el nombre de un autor y el título de una obra. Los diseñadores consiguieron convertir esa caligráfica monotonía en un reclamo inteligente, revalorizando así la edición de una novela y aportando un valor añadido a los ejemplares. Hoy existen tiradas que están claramente identificadas con las ideas de algunos de estos creadores, como el mítico Daniel Gil (en su caso, son innumerables los ejemplos). Pero desde que se ha mercantilizado la cultura y el libro se ha rebajado a los mismos criterios que cualquier otro producto del mercado o de Amazon, esta superficie se aproxima cada vez más a una valla publicitaria. Lo que se persigue ahora es el impacto inmediato, la provocación o la sorpresa. O las tres cosas a la vez si es posible. Con la saga de Stieg Larsson se comprobó que era posible vender muchos libros con algo tan poco atrayente como un fondo negro y el dibujo de una chica anoréxica, de ojos amenazantes y labios retorcidos mefistofélicamente. Este juego de portadas, que no dejaron impasible a nadie, se identificó inmediatamente con las aventuras de Lisbeth Salander. El éxito de este diseño desencadenó enseguida una oleada de copias que apenas alcanzaban el mérito del original ni conseguían, tampoco, desprenderse del eco de éste. Mucha literatura negra nórdica apareció en España envuelta bajo esta influencia.
Penguin, dentro de su colección de clásicos, ha dado una vuelta más a este asunto y ha propuesto una controvertida fotografía como portada para la última edición de «Charlie y la fábrica de chocolate», de Roald Dahl (que saldrá el 3 de septiembre). El resultado ha despertado enseguida la ira de los fans de esta fábula, adaptada a la gran pantalla dos veces y, en ambas ocasiones, con éxito. El sello editorial se ha desembarazado de los dibujos juveniles tradicionales que ilustraban la cubierta del cuento y ha apostado por la instantánea de una niña envuelta en una luz neutra que imprime a la cara de la modelo el inquietante y frío resplandor de la porcelana. Una chica tan «blondie» y con el pelo tan redichamente peinado que uno no sabe si está delante de una rubia de Alfred Hitchcock o de la versión femenina de Chuckie. La ilustración escogida no contiene, en apariencia, ningún punto en común (ni siquiera metafórico) con el contenido o el argumento de la historia escrita por Dahl, pero, eso da igual. De momento, es indiscutible que ha conseguido el principal cometido de cualquier trabajo publicitario: que se hable de él y, sobre todo, en internet.
- Carga sexual
Para los responsables, es evidente que existe un poderoso motivo para haber elegido esta portada entre las demás proposiciones que han manejado. Han apelado a las relaciones familiares de los niños que protagonizan esta historia (de ahí que esta «Barbie» Malibú de mirada robótica esté sentada con cierta frialdad psicótica en el regazo de quien se supone a priori que es su madre). Roahl incluía en su relato a cinco muchachos. Cuatro de ellos, bastante consentidos. De hecho, juntos, formaban una abanico de la peor educación que podía dispensarse a cualquier chaval. Pero las razones y excusas aportadas desde la editorial no han servido para mucho y apenas han conseguido frenar el torrente de comentarios negativos que se han vertido a raíz de este portada. Muchos lectores han tuiteado su indignación inmediatamente y otros han dejado por escrito su descontento de una manera clara y entendible. Algunos, más cautelosos, han recurrido al humor para expresar su desafección por esta imagen. En un tiempo donde muchos títulos han sido reducidos sin demasiadas razones a literatura infantil y juvenil (aunque en el momento de su publicación resultaran novelas destinadas a un público esencialmente adulto), ha sorprendido a más de uno que se haya optado para un libro, fundamentalmente dirigido a lectores juveniles, por una imagen que posee una carga sexual evidente. O eso han visto en esta foto algunas voces críticas. Hay quien ya ha manifestado su decisión de no adquirir esta edición. Pero muchos éxitos, editoriales o no, han comenzado siempre con un calculado escándalo.
Un clásico de cine
El éxito garantizado del público infantil... y adulto
Es de esos cuentos presentes en cualquier infancia. Roald Dahl es un maestro de esta clase de historias. Un nombre que pasaba de una generación a otra, pero que el cine ha consagrado definitivamente en la imaginación de los adultos y de los más pequeños. Un Willy Wonka con éxito fue interpretado por Gene Wilder (el actor que se enamoró de «La mujer de rojo», uno de esos taquillazos de los que apenas se acuerda ya nadie). Pero ha sido la ferviente fantasía de Tim Burton la que recreó de manera magistral el universo de la fábrica de chocolate en una adaptación menos superficial y más siniestra. Johnny Depp encabezaba el reparto y encarnaba al extraño personaje de Willy Wonka. Esta cinta consiguió convertir un relato de niños en una película adecuada al gusto de cualquier adulto.