Libros

Libros

Los terrores que escondía el KGB

«La palabra arrestada» condensa la investigación de Shentalinski sobre autores represaliados por Stalin como Ajmátova que vivió en la agonía

Los terrores que escondía el KGB
Los terrores que escondía el KGBlarazon

Cómo se gestó este libro? ¿Cómo llegaron los protagonistas al autor?... «Novelistas, poetas y sabios, ascetas y bon vivants; vencidos y vencedores», como cita el propio Shentalinski. Sencillo: gracias a que una nueva era –la Perestroika– llamaba a la puerta de la extinta Unión Soviética y lo importante era cobrar conciencia, despertar a la sinrazón y la memoria. Recuperar la palabra escrita que, para el pueblo ruso, había hecho las veces de parlamento social para compensar la carencia de parlamento político. Durante los años del poder soviético se detuvo a unos 2.000 escritores y cerca de 1.500 murieron en cárceles y campos de trabajo. Las fechas y circunstancias de sus muertes fueron silenciadas o falsificadas y sus manuscritos apilados en depósitos secretos. Para romper el lacre de esa «caja negra» en la que figuraban los expedientes de la víctimas bajo los epígrafes «Conservar a perpetuidad» o «Estrictamente confidencial», Shentalinski creó una comisión de escritores que exigía la apertura de los archivos del KGB con el fin de recuperar el valioso legado. Solo cuando la URSS desapareció, pudo acceder a la Lubianka, sede del KGB cuyos calabozos eran «el purgatorio» de los disidentes del estalinismo.

Calumnias

De esa inmersión en los dosieres de la «intelligentsia» descendemos a los infiernos a través de las actas de sus interrogatorios y las confesiones que se vieron obligados a firmar. Documentos en los que la voz del escritor se mezcla con las calumnias que le hacían admitir y los párrafos inventados. Los protagonistas son conocidos: Bulgákov, Mandelstam, Bábel, Platónov, Pasternak, Ajmátova... escritores asesinados, torturados o satanizados. Al principio copiaba los documentos a mano, temiendo que le echasen. Luego llevó una grabadora y leía en voz alta. Después pedía fotocopias... El primer archivo del martirologio fue el de Isaak Bábel, detenido en mayo de 1939, en pleno auge de las purgas, y nunca más se supo de él hasta después de la muerte de Stalin. Hasta la investigación de Shentalinski no se conocía ni siquiera la fecha de ejecución: enero de 1940. ¿Por qué fue ejecutado y Pasternak no era detenido? La única sospecha es el azar. Pasternak era amigo de Guide de igual modo que la amistad de Malraux con Bábel sí se volvió en su contra. Como su amistad con los jefes de la caballería roja se convirtió en sospechosa cuando fueron condenados por trotskistas, pero quizá lo más grave fue haberse tratado con el siniestro Yezhov, que tras haber dirigido las purgas desde 1936 hasta 1938 cayó en desgracia, fue torturado e implicó a Bábel, que había sido amante de su mujer. Pasternak sobrevivió a Stalin y publicó su «Doctor Zhivago». Bulgákov no pudo disfrutar del triunfo de «El maestro y Margarita». De la Lubianka salió su desaparecido diario. La copia de los chekistas fue publicada por Shentalinski, haciendo verdad la frase de Voland: «Los manuscritos no arden».

Conocemos, también, el expediente de Ósip Mandelshtan. Tras una primera detención en 1934, el golpe fue parado por una conversación telefónica entre Stalin y Pasternak, que le salvó al reconocerlo como «un maestro». En un segundo arresto, en 1938, es enviado al Gulag. Otro autor «rescatado» es Gorki. Los documentos revelan cómo su hijo fue asesinado en 1934 por Guénrij Yagoda en la cima de su poder, pero «¡por amor!». Tras su caída, las actas de su proceso descubrirían que estaba enamorado de la mujer de Max y trataba de eliminar obstáculos para vivir su pasión. Anna Ajmátova no fue arrestada, pero su vida fue una agonía. Casada con Nikolái Gumiliov, él será detenido en 1921 en relación con el caso Tagántsev, una oscura conspiración que sirvió a los bolcheviques para deshacerse de opositores. Fue fusilado. Más tarde, Anna luchará para liberar a su hijo Lev Gumiliov y su tercer marido, Nikolái Punin, historiador del arte, arrestados por actividades antisoviéticas que no pasaban de «terrorismo verbal». Punin moriría en el Gulag. Gumiliov sobreviviría hasta 1992.

Este libro es un clásico y tiene un valor inapreciable en tanto que resalta el carácter extraordinario de «unos delitos sin parangón en la historia de la humanidad». Entrar en él resulta relativamente fácil pero no tanto salir de sus páginas, puesto que la represión es una herida que hay que aceptar y asimilar... a fuerza de arrojar mucha sal y mucha luz.

Sobre el autor

Fue el primero en abrir los archivos literarios del KGB y recuperar manuscritos y documentos relacionados con la vida de escritores como Mandelshtam, Berdiáiev, Platónov, Tsvietáieva, Ajmátova o Pasternak. Ha colaborado en documentales, como «Confidential life of the Soviet Union» y «The Manuscripts do not burn», entre otros.

Ideal para...

Conocer lo ocurrido con los escritores, poetas y periodistas perseguidos, encarcelados y torturados, bajo la feroz dictadura de Stalin y sus encarnizados pogromos literarios.

Un defecto

El proyecto quedaría «redondo» si los datos de cada autor fueran acompañados de una valoración ajustada sobre su significado y médula dentro de la historia universal de la infamia.

Una virtud

Hace reflexionar sobre la represión del pensamiento por parte del poder –aunque sea algo universal–, en esta ocasión el totalitarismo de la Unión Soviética. La represión siempre tiene el mismo rostro.

Puntuación:

9