Literatura

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Maestros del crimen literario

Dolores Redondo y Marcos Chicot, ganadora y finalista respectivamente del Premio Planeta 2016, presentaron ayer en Madrid sus novelas ganadoras, «Todo esto te daré» y «El asesinato de Sócrates», dos obras de diferente perfil y tensión que muestran distintos aspectos de la naturaleza del hombre.

Ganadores. Dolores Redondo y Marcos Chicot, ayer durante la presentación de sus libros
Ganadores. Dolores Redondo y Marcos Chicot, ayer durante la presentación de sus libroslarazon

Dolores Redondo y Marcos Chicot, ganadora y finalista respectivamente del Premio Planeta 2016, presentaron ayer en Madrid sus novelas ganadoras, «Todo esto te daré» y «El asesinato de Sócrates», dos obras de diferente perfil y tensión que muestran distintos aspectos de la naturaleza del hombre.

La ganadora y el finalista del Premio Planeta, Dolores Redondo y Marcos Chicot, presentaron ayer sus novelas en el Instituto Cervantes de Madrid con una reflexión sobre algunos de los temas que contienen sus obras. Los dos autores, los dos diferentes entre sí, los dos especializados en géneros distintos, pero los dos con el denominador común de contar con el favor del público y de la crítica, han hecho dos apuestas literarias tan contrarias como atractivas. Dolores Redondo ha seguido por la senda que ya había abierto con su célebre trilogía del valle del Batzán, un éxito de ventas que será recompensado con una adaptación cinematográfica que ya se presume que se convertirá en un taquillazo. En «Todo esto te daré», una frase con resonancias bíblicas, la novelista indaga en los secretos familiares desde unas premisas detectivescas y con el pulso que requiere el «thriller». Su protagonista, Manuel Ortigosa, viaja a Galicia después de que le hayan comunicado la muerte de su compañero sentimental, Álvaro Muñiz, de 44 años. Esta tragedia interrumpirá su trabajo y le embarcará en una peripecia inesperada que le llevará a descubrir aspectos que quizá no era necesario conocer. «Es una reflexión sobre lo que conocemos de nuestras parejas y, también, sobre lo que entendemos por lealtad. Existen ocasiones en que las personas prefieren seguir ignorando determinados asuntos para que su mundo no se vaya abajo. ¿Hasta qué punto es necesario saber o no dónde ha estado, por ejemplo, nuestra pareja esta tarde?», reflexiona la autora, que admite que aquí no todo es tensión, que con estas páginas también estaba brindando un homenaje a la amistad: «Es muy difícil conseguirla a partir de determinada edad. Los amigos que tenemos solemos arrastrarlos desde la infancia, porque es ahí donde somos capaces de aceptar a otra persona sin tener en cuenta, por ejemplo, de quién es hijo. Después, todo eso cambia. Que posteriormente nos admita otro adulto y nos entregue su amistad, con el bagaje y el pasado que arrastramos, es más complicado. Eso, si se consigue, cuenta con todo mi respeto y admiración».

Su obra, marcada por la tensión, dista mucho de la propuesta de Marcos Chicot, que se adentra por territorios y épocas más alejadas en el tiempo. Como había hecho en libros anteriores, como «El asesinato de Pitágoras», ha viajado hasta la Grecia Antigua para mostrarnos cómo se vivía en esa época. «Quería mostrar la parte cotidiana de esta civilización. Quería que el lector supiera qué comería, qué vestiría y cómo dormiría, si hubiera nacido durante esa época en Atenas. Aspiro a que el lector tenga una experiencia vivencial al leer la novela».

- Un ejemplo histórico

Este trabajo no es fruto de una carrera contrarreloj durante los últimos doce meses. Chicot ha tardado tres años en finalizarla y la documentación de la que bebe esta obra es fruto de más de una década leyendo fuentes clásicas y contemporáneas de ese periodo de la historia. Él mismo ha reconocido que, ante la sombra de cualquier duda, interrumpe de inmediato la escritura, «en ocasiones hasta una semana», para acudir a una biblioteca y cerciorarse de ese aspecto que va a incluir en su libro es cierto. Tratándose del periodo de esplendor de esta ciudad-estado, era inevitable, durante la presentación de ayer, las alusiones a Pericles, un hombre excepcional, que, a pesar de los años que gobernó jamás se corrompió. «Es una verdadera excepción. Incluso hoy lo sería –afirma Chicot–. No hay ningún caso contemporáneo semejante a él. Estuvo gobernando durante tres décadas. Estaba considerado por todos como el primer ciudadano. Aunaba carisma y una moral única que le empujaba a hacer las cosas bien. Nunca actuó guiado por las conquistas o por el enriquecimiento personal». Pero, en esa época, como explicó el autor, también esa democracia incipiente arrastraba problemas que hoy todavía nos resultan familiares. «En la primera democracia ya existían los demagogos. Personas que se movían por intereses personales y que despertaban las pasiones del pueblo. Atenas y Esparta sostuvieron una larga guerra que duró cerca de 27 años. Hubo ocasiones en que pudieron firmar la paz. Eso hubiera supuesto salvar un gran número de vidas. Pero se opusieron los demagogos, interrumpiendo con sus argumentos los procesos que se abrieron para terminar con el enfrentamiento. Y lo hicieron porque a ellos, sencillamente, no les interesaba». Chicot reconoce que todavía no se han solventado algunas imperfecciones que, desde esos lejanos siglos, arrastra la democracia. «Ya entonces intentaron proteger a la democracia de los demagogos. Platón, por ejemplo, buscó la solución en un filósofo rey. Creía que una persona con una gran formación sería el gobernante ideal. Lo cierto es que los griegos no resolvieron este problema y nosotros debemos seguir intentándolo», comentó. Un elemento en común de estas dos historias es la crueldad. La crueldad del individuo y la crueldad de la sociedad. Dolores Redondo, cuyas descripciones se ha tildado de brutales , reconoce que «aunque muchos no lo creen, la crueldad, cuando es actual y es descarnada, me cuesta mucho, pero reconozco que escribir sobre este aspecto de la naturaleza humana es una manera, también, de purgar la realidad que me llega, aunque existen ocasiones en que no puedo soportarla». Chicot, de una manera lateral, toca cómo los hombres, en determinadas situaciones, no vacilan y son capaces de cometer una injusticia y sacrificar a un sabio. «Es posible que siga matando filósofos es mis libros –bromeó el escritor–. Ya lo he hecho antes con Pitágoras. Pero lo cierto es que con mis obras lo que hago, en realidad, es resucitarlos para el gran público. Yo no puedo matar a Sócrates porque Sócrates es inmortal. No podría asesinarle. Es un “thriller”, pero a través de él cuento quién era, cómo era y por qué su figura sigue estando presente entre nosotros a través de la cultura».

Dolores Redondo y Marcos Chicot tienen diferentes costumbres a la hora de escribir, pero comparten un denominador común: los dos tienen hijos, una tarea que deben compatibilizar con su vocación que, de antemano, es absorbente y silenciosa. Marcos Chicot reconoce que él escribe fuera de casa y que su mujer le ha ayudado a consolidar esa rutina ocupándose de sus hijos. «Cuando estoy en casa, eso sí, me dedico totalmente a ellos». Dolores Redondo cuenta como un logro que ahora disponga de un despacho para ella. «He llegado a escribir con mis niños alrededor de mí», bromea.

Concluido el rodaje de «El guardián invisible», primera novela de Dolores Redondo que se lleva a la pantalla grande, queda pendiente de confirmar su fecha de estreno, aunque todo apunta a que será en marzo de 2017. Se trata de un thriller dirigido por Fernando González Molina que transporta al espectador a un mundo hipnótico de la mano del personaje de Amaia Salazar, que está interpretado por Marta Etura, una inspectora jefe de Homicidios en la Policía Foral de Navarra. Una mujer valiente que, sin embargo, esconde un trauma infantil. A orillas del río Baztán aparecerá el cadáver desnudo de una adolescente, el cual relacionan con un asesinato ocurrido un mes atrás, y Salazar será la encargada de dirigir la operación. Completan el reparto Francesc Orella, Miguel Fernández, Manolo Solo, Susi Sánchez y Pedro Casablanc.