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Memorias de un «rastrómano»

Memorias de un «rastrómano»
Memorias de un «rastrómano»larazon

En 1915 Ramón Gómez de la Serna publicaba «El Rastro», libro de heterodoxo costumbrismo que detallaba la bulliciosa vida del tradicional mercado madrileño de insospechadas antigüedades, pintorescos objetos desechados, olvidados libros viejos e innumerables cachivaches en venta. Este bullicioso espacio urbano, eminentemente popular, contaba ya con una arraigada literatura propia, apareciendo en novelas de Baroja –«La busca (1904), sobre todo– y Blasco Ibáñez –«La horda» (1905)–, o en textos de Gutiérrez Solana y González Ruano, conscientes del juego narrativo que propiciaban las mil historias de esa desenvuelta compraventa.

Actualizando, con la propia experiencia y una solvente documentación, este abigarrado paisaje comercial y humano, Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío, León, 1953) nos ofrece en «El Rastro» un completo ensayo sobre el ya emblemático mercado. El subtítulo de la obra, «Historia, teoría y práctica», clarifica la estructura de un volumen que se inicia con un recorrido cronológico por este singular bazar, cuyo fiable origen se sitúa entre finales del XVIII y principios del XIX y, de modo más incierto, nos remontaría a los Siglos de Oro, continuando con el retrato de un heterogéneo mundo de buhoneros, cambalachistas, chamarileros y desguazadores en medio todo ello de numerosas referencias literarias y cinematográficas; y finalmente la parte más interesante, que incluye la experiencia propia del autor: los esforzados madrugones del «rastrómano» empedernido, la contenida tensión del febril buscador, su hierático disimulo ante una valiosa ganga, la habilidad del regateo y el persistente recuerdo de la codiciada compra perdida, sin olvidar temas como el obsesivo afán coleccionista, el fetichismo suscitado por los más diversos objetos o la propia consideración de este mercado como una sugestiva «comedia humana». Y cierra el libro una pequeña y certera antología de textos protagonizados por el Rastro que aparecen en el extenso conjunto autorial del Salón de pasos perdidos, evidencia de una arraigada pasión de entregado rebuscador.

A la manera de Hölderlin

No se obvian aquí cuestiones como una determinada sordidez ambiental o una cierta desnaturalización del Rastro al proliferar la estética de mercadillo, al tiempo que se valora su sostenibilidad recuperadora y su condición de testimonio del pasado: «El Rastro quita y da memoria» (pág. 117), leemos parafraseando a Hölderlin –«El mar quita y da memoria». Un conglomerado de vidas y cosas que Trapiello resume así: «Esté el Rastro más o menos concurrido, con fabulosos alijos o esquilmado, siempre habrá un puñado de gentes que acudan allí donde aparezca un montón de cosas viejas, de misteriosa procedencia y porvenir incierto, buscando aquello que, a sabiendas o no, ya habían encontrado en sí mismos» (pág. 370). Primorosamente editado, con acertada profusión de ilustraciones y cuidada disposición tipográfica, constituye un auténtico ensayo sobre el divagante arte de la azarosa búsqueda, la pericia de la selectiva elección y la compra.