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Mi obsesión por Leonora Carrington

Mi obsesión por Leonora Carrington
Mi obsesión por Leonora Carringtonlarazon

Pintora, escritora, reinventora de sí misma. artista global. Leonora Carrington fue un personaje salvaje, creativo, visionario e iconoclasta que, casi siempre, aparece relegada a la condición de pie de página en la historia del arte y de la literatura como musa y modelo de Max Ernst. Es cierto que tenía poca hambre de notoriedad, que odiaba las declaraciones épicas y que pasó sus últimas décadas sin conceder entrevistas, haciendo arte y criando a dos hijos. Pero, ¿quién fue, realmente, esa mujer indómita de la que recordamos sus pinturas como salidas de la paleta de El Bosco, sus relatos subversivos y sus irreverentes fotografías?

Su prima nos lo cuenta en este volumen, un libro que nace con la vocación de ser una biografía definitiva por los lazos sanguíneos que las unen y en la que el lector se encuentra con un libro revelador en el que conoce parcelas ignoradas de la artista pero en el que también se escucha demasiado alto la voz de la propia narradora. No obstante, en su conjunto resulta una obra deliciosa, rara e inesperada. La biografía de una biografía en la que, desde su arranque, se nos revela cómo Moorhead descubre de forma accidental su parentesco con Carrington, esa criatura díscola que desapareció de su familia cuando tenía 20 años y a la que llamaban «Prim». Lo ignoraba todo de ella pero la autora lo subsanó poniendo rumbo a México para quedar deslumbrada por su prima, aquella oveja negra de la familia con la que logró restablecer los rotos lazos y con la que entabló una sincera amistad.

México, siempre

Arranquemos la historia por el principio. El padre de «Prim» era un rico magnate textil y su madre una católica anglo-irlandesa. Su primera infancia la pasó en Crookhey Hall, una mansión neogótica en Lancashire, con tres hermanos, una niñera irlandesa y una institutriz francesa.Una infancia eduardiana en toda regla que terminó en 1935 cuando con 17 años fue presentada a la corte del rey Jorge como debutante. Hasta ese momento era una joven ingobernable a la que habían expulsado de colegios e internados y a la que sus padres permitieron estudiar arte en Londres en un intento de centrar esa cabeza justo después de aquella sonada presentación en sociedad.

Allí, el destino tomaría las riendas hasta diseñar una reunión con Mar Ernst. En aquellos años el surrealismo era un delirio y el artista alemán uno de sus más prominentes practicantes. Veintitrés años mayor que ella, con dos matrimonios a sus espaldas y un largo historial de promiscuidad, ambos se sintieron atraídos de forma magnética. Aquella relación enfureció tanto al poderoso Carrington que tomó medidas para detener a Ernst por exhibir una obra pornográfica. Los amantes huyeron a una casa en Cornualles, donde se les sumaron otros personajes como Paul Eluard, Eileen Agar, Man Ray, Joseph Bard y Henry Moore. Terminado el estío, se enfrentó a su familia y escapó de su prisión aristocrática camino de París para ser artista y enriquecerse de la compañía de Picasso, Miró, Dalí, Breton, Éluard, Duchamp o Tanguy. Aunque Moorhead incide en que en aquellos círculos las mujeres encarnaban el ideal de «femme-enfant» (mujer-niña), fue una surrealista más. Pero la Segunda Guerra Mundial interrumpiría su idilio amoroso y creativo. Ernst sería internado en un campo de prisioneros y la vida de Carrington sufrió una desestabilización. Se vio obligada a huir a España y gracias a la mediación de su padre fue internada en un hospital psiquiátrico en Santander donde sería tratada con terapia electroconvulsiva. Aunque sus legendarias bromas surrealistas habían sido épicas (como untar sus pies con mostaza en un restaurante elegante o alimentar a sus invitados con tortillas rellenas de su propio cabello), en nuestro país se sintió realmente mal.

Pero volvió a escapar. En Lisboa conoció al escritor Renato Leduc, con quien se casaría para divorciarse un año después, y emigraron a Nueva York. Allí retomó contacto con Breton, Duchamp y Ernst (ahora casado con Peggy Guggenheim) antes de establecerse en México, donde contrajo matrimonio con Chiki Weisz, padre de sus dos hijos. La parte más intrigante de la vida de Carrington es el tiempo que pasó en los años 70 y 80 viajando por EE UU, con largos períodos en Chicago y Nueva York. Pero siempre regresaba a México. Hubo aventuras, claro –una de las más sonadas fue con el poeta Octavio Paz–, pero también amistad y complicidad, como la que mantuvo con Frida Kahlo, Diego Rivera, la fotógrafa Kati Horna y la pintora española Remedios Varo.

En el país más surrealista de la tierra, Carrington profundizó en las imágenes astrológicas y mayas, el tarot, la cábala y el budismo. De igual forma, desarrolló un interés por la alquimia y los cuentos de hadas con los que creció. No obstante, también es su literatura.Una obra en la que se incluyen cuentos, piezas de teatro, una novela y relatos biográficos. Un espacio testimonial de libertad. Un mundo para el que, en su tiempo, nadie estaba preparado para que existiera una mujer como ella.