Mo Yan, de la «rebeldía del silencio» a sólo callarse
El Nobel de Literatura elude pronunciarse contra la persecución de intelectuales y la falta de libertades
Dicen sus críticos que ha pasado de ejercer el silencio como una forma de rebeldía y de protesta contra el régimen comunista a, simplemente, quedarse mudo. Mo Yan recibió ayer en Estocolmo (Suecia) el Premio Nobel de Literatura dejando, en vez de la elocuencia de las palabras, un enorme silencio no menos significativo y que algunos interpretan como un gesto cómplice con los halagos que le ha profesado la oficialidad del país comunista. Mo Yan no es el verdadero nombre del escritor, sino un apodo que adoptó al publicar su primera novela y que significa «no hables», y al que parece haber rendido honores estos días. Durante su presencia en Europa esta semana, el escritor ha rechazado firmar un manifiesto para pedir la libertad del disidente y también Nobel de la Paz Liu Xiaobo, y ha realizado unas polémicas manifestaciones sobre la censura en el gigante asiático.
«El tiempo es precioso»
«En todas las sociedades existe la censura, no sólo en China. La diferencia está en el modo y la forma», declaró. «Lo importante es que el autor se sienta libre dentro de sí mismo. Lo importante es situarse encima de tu clase, de la política, de todo lo demás. Lo principal es el amor a la humanidad, que incluye amar a quienes te maldicen a tus espaldas», afirmó en una rueda de prensa en la que abogó por «una forma de censura que impida el insulto. No pienso que eso deba ser autorizado» en ningún país, explicó. «Saber si hay libertad de expresión en China es un asunto difícil», dijo con una aparente laguna de sentido crítico el autor de «Sorgo rojo». A continuación, rechazó opinar sobre su compatriota y también escritor Liu Xiabo, galardonado con el Nobel de la Paz en 2010 y que cumple desde hace casi tres años una condena de prisión de 11 en su país por incitar a la subversión. Preguntado por el asunto en concreto, recordó que, cuando le fue anunciada la concesión del galardón el pasado octubre, él mismo mostró su esperanza de que Liu quedase en libertad «lo antes posible» y que así «se pueda entregar por entero a sus investigaciones sobre el sistema político y social». «Estoy seguro de que saben lo que dije entonces. ¿Por qué debería repetirlo? El tiempo es precioso», se limitó a decir ante la Prensa antes de anunciar que su discurso de aceptación del premio giraría en torno al «realismo alucinatorio», informa Efe.
Desde el primer momento de la concesión del premio, el régimen comunista ha dicho de Mo Yan que es «el primer chino» que consigue el galardón, frente al silencio de la jerarquía y los medios oficiales cuando el Nobel de Literatura le fue otorgado a Gao Xinjian en 2000, al tratarse éste de un exiliado que reside en Francia. Por supuesto que tampoco recibió bien el país los galardones al Dalai Lama en 1989 y al citado Liu Xiaobo. Mo Yan, que ya era bien conocido en su país, comentó que tuvo claro que su fama había aumentado cuando vio el número de periodistas que le esperaban en su casa tras el anuncio del galardón. En la obra literaria de Yan, aunque teñido de cierto realismo fantástico (siempre se ha declarado seguidor de García Márquez y Kafka, por ejemplo), hay quien ve la mano del realismo social de la corriente oficial. Muchos critican que haya aceptado cargos como, por ejemplo, el de vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos, organismo que ha evitado pronunciarse siempre sobre la persecución de intelectuales.
Asimismo, la concesión del premio fue duramente criticada por varios artistas opositores al régimen, como Ai Wei Wei, el guía de los disidentes del país, quien le criticó por «seguir el pensamiento oficial y evitar hablar de las injusticias». El poeta Liao Yiwu fue más directo y le calificó de «canalla» por haber participado en un acto a favor de Mao Zedong. Hasta ese momento, las dudas sobre el grado de compromiso de Mo Yan con el régimen chino eran grandes (puesto que muchos le alaban al decir que su obra contiene una defensa de los derechos humanos sin necesidad de convertirlos en alegatos), pero la ausencia de manifestaciones contundentes se le va volviendo cada día más en contra al escritor. En su discurso de aceptación del Nobel, titulado «Cuantacuentos», Mo Yan tampoco quiso entrar en cuestiones políticas y sociales, más bien se limitó a hacer una autobiografía literaria con golpes de humor como: «Soy genéticamente feo desde que nací». «Hijo, no eres feo. Eres un chico normalito. Además, si sigues siendo bueno de corazón y continúas haciendo cosas buenas, aunque fueras feo de verdad, te convertirías en un chico guapo», le contestó su madre cuando un día volvió llorando del colegio. Sus padres eran analfabetos, y Mo Yan se enamoró de la literatura con un cuentacuentos que pasó por su localidad natal, en el distrito Dongbei de Gaomi. Durante el discurso habló también sobre su seudónimo:«Como dice el refrán chino, "es fácil cambiar de dinastía, pero difícil modificar la personalidad". Aunque mis padres me habían educado con mucho cuidado, no consiguieron cambiar el hecho de que a mí me gustara hablar. Eso le había dado un sentido irónico a mi apodo, Mo Yan, que significa "no hables"». Después de cumplir el servicio militar, Mo Yan decidió retomar su pasión por los cuentos y hacerlo como lo había escuchado en su pueblo natal: «Con sencillez». En su parlamento, lleno de evocaciones familiares y recuerdos, Mo Yan contó varios cuentos sobre los que tienen que fingir pena y sufrimiento, sobre pequeñas escenas y sucesos del pueblo, a ritmo de proverbio budista: «Soy un cuentacuentos. Me han dado el Premio Nobel por los míos. Después de haber sido premiado, han ocurrido muchas anécdotas maravillosas que formarán parte de mis próximos cuentos y que me hacen creer en la existencia de la justicia y de la verdad. En el futuro seguiré contando esos cuentos», dijo como conclusión. Y ni una palabra sobre política.
El escritor no apoya a Xiaobo y su mujer denuncia «acoso»
Por si sus (no) palabras no habían sido suficiente declaración, Mo Yan quedó en evidencia ante la Prensa internacional al negarse a apoyar una declaración firmada por nada menos que 134 galardonados con el Nobel a favor de la liberación de su compatriota y disidente encarcelado Liu Xiaobo. «Siempre he sido independiente. Me gusta que sea así y, cuando se me fuerza a expresar mi opinión, no lo hago», declaró el escritor, bastante incómodo con el asunto. Al mismo tiempo, en China, un portavoz del Gobierno declaró ayer que «desconoce» el presunto acoso al que está siendo sometida Liu Xia, la esposa de Xiaobo, que se encuentra en arresto domiciliario desde hace 26 meses sin que se hayan presentado cargos por el momento. Por su parte, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hong Lei, aseguró «no saber nada del asunto» y añadió que «los derechos legítimos e intereses de los ciudadanos chinos están protegidos por la Constitución y las leyes». «Liu Xiaobo está preso por violar nuestras leyes», repuso el portavoz. Sin embargo, la mujer de Xiaobo cargó en cuanto tuvo la oportunidad contra Mo Yan: «El arresto domiciliario ha sido doloroso y surrealista, en total contraste con la festiva respuesta ofrecida este año al ganador del Nobel de Literatura, Mo Yan», lamentó en la que ha sido hasta la fecha la primera entrevista concedida a unos periodistas, mientras los policías que custodian la casa se encontraban fuera almorzando, informa Efe. Temblando y con lágrimas, Liu, que formalmente está imposibilitada para tener acceso a la Prensa, describió su arresto como «absurdo y emocionalmente agotador» desde que hace dos años su esposo recibió el Nobel de la Paz. Liu Xiaobo fue condenado a 11 años de prisión en diciembre de 2009 acusado de subversión por sus ensayos políticos y por ser el coautor de la «Carta 08», un documento firmado por intelectuales chinos que pedía la democratización del país inspirado en la «Carta 77» de la Primavera de Praga. La designación de Liu como Nobel a finales de 2010 agudizó el control sobre los Liu y provocó la creación, pocas semanas después, del polémico galardón chino Confucio de la Paz como «respuesta diplomática» del Gobierno del país asiático a la decisión de Oslo.