Cultura

Crítica de libros

Mozart necesita dinero

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En 1790 Mozart escribió una carta a su acaudalado amigo y mecenas Michael Puchberg solicitándole un suculento préstamo. Añadía una nota en la que decía: «De ahí concluirás, como yo mismo, que ahora tengo más motivos que nunca para la esperanza. Estoy en el umbral de mi plenitud». Estas últimas palabras son las que utiliza el musicólogo Christoff Wolff para titular este ensayo que analiza con el rigor de un investigador minucioso y apasionado los cuatro últimos años de la vida de Mozart, desde 1787 cuando el emperador José II lo puso a su servicio como Compositor de la Corte, un cargo bien remunerado que le daba libertad para dedicarse a sus proyectos y le permitía beneficiarse de un título que le otorgaba un extraordinario reconocimiento público que se propagó pronto por toda Europa. Wolff estudia la correspondencia de Mozart para acercarse a esa etapa de su vida y aunque su objetivo es abordar la creatividad de ese último periodo, realizar un análisis de su obra o una biografía, el resultado final abarca estos tres aspectos ya que las referencias a su familia son abundantes y necesarias.

Dramatismo

Cómo hablar del genio sin hablar de su padre que transcribía las composiciones que el niño de cinco años tenía en su cabeza, o de su esposa, Constanza, que le brindaba su amoroso apoyo y sus frecuentes embarazos y, sobre todo, cómo no hablar de un asunto fundamental en su vida: los constantes agobios económicos y las deudas que crecían, incluso cuando ya era famoso y recibía un sueldo más que respetable. A la falta de dinero se deben muchos de sus comentarios que han llevado a pensar que Mozart estaba deprimido en esta etapa final, pero no es así. Era un hombre que, como afirmó su hermana Nanerl, «vivía muy por encima de sus posibilidades». Wolff analiza sus cartas y muestra cómo Mozart abusaba del «dramatismo» para mostrar su necesidad cuando pedía dinero en sus cartas: «En mis actuales circunstancias me veo obligado a abandonar cualquier esperanza de felicidad futura, a menos que reciba ayuda de un buen amigo». Pero las preocupaciones económicas no le privaban de entregarse con entusiasmo a la composición de su música y a realizar viajes y visitas para promocionarse.

Otro tópico que se aclara es su relación con Salieri. Ambos se respetaban y Salieri le admiraba como compositor y como virtuoso del piano, algo que siempre ha distinguido a Mozart entre los más grandes. El libro incluye ilustraciones, reproducción de partituras y hasta los valores monetarios en la Austria del siglo XVIII y aporta una nueva perspectiva sólida y apasionante sobre el genio de Salzsburgo.