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Muerte al dentista

Élmer Mendoza sitúa, de nuevo, al detective Egdar «el Zurdo» en las redes de un violento cártel
larazon

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Samantha Valdés, jefa del Cártel del Pacífico, a quien le acaban de matar a Mariana, su amante, le resume así la situación al detective Edgar «el Zurdo» Mendieta: «El poder se alimenta de sangre». Porque de eso se trata, de sangre, entendida ésta no sólo como las matanzas mexicanas en la lucha contra los traficantes de droga, sino como la pasión que arrastra a los personajes de Élmer Mendoza. El México de los sacrificios humanos aztecas, pero también el de Zapata, de Rulfo o de Carlos Fuentes, de revólveres rápidos, del amor terrible, de las peleas de machos a puñetazos, y el México oscuro de «Sed de mal» de Welles están en «Nombre de perro», la última novela del autor de «Balas de plata», que obtuvo el Premio Tusquets 2007 y en la que apareció el detective Edgar «el Zurdo» Mendieta. Así, esta obra, está jalonada de personajes del callejón del Gato, donde incluso los colegas del policía fracasado Mendieta son paradójicos (el torturador Gori que es golpeado por un detenido); o unos narcotraficantes que asesinarán dentistas porque ninguno cura bien al jefe o, incluso, se citará a un escritor («como dice Pérez Reverte: no me agarrarán vivo») reflejo de un autor que también introdujo a Mendoza en una de sus obras.
«Nombre de perro» tiene varios núcleos dialécticos: la vida en el filo de la muerte de los narcos; la existencia en el borde de la ley del detective Mendieta, la venganza como constante, un agente secreto caído en desgracia y el amor que arrastra a todos a la destrucción, en cierto modo como en aquella frase última de «El proceso», donde el personaje siente que le matan como a un perro. Una estética de la violencia que da forma también a su estilo narrativo, conformado no sólo por la pasión de los personajes, sino por la del uso del propio lenguaje, espejo de un mundo quizá más próximo de lo que creemos.

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